Jueves, 3 de octubre de 2024
El agua es uno de los recursos más valiosos y escasos del planeta. Según la ONU, su irregular distribución afecta ya hasta un 40% de la tierra y a su vez, a casi la mitad de la población global. En el caso de la península ibérica, si hablamos de su distribución, la sequía es una preocupación creciente especialmente en las zonas del noreste y del sur del país, que según AEMET (Agencia Estatal de Meteorología), son las más sometidas al estrés hídrico en la actualidad. En este contexto, la búsqueda de soluciones innovadoras para hacer frente a la escasez de un recurso natural tan necesario cobra especial relevancia, y la desalación de agua de mar a través de plantas desaladoras es un claro ejemplo de ello.
El proceso de desalación consiste en la separación de minerales del agua del mar, mayoritariamente sal, mediante procesos físicos y químicos, consiguiendo así agua dulce que posteriormente será tratada para consumo humano, industrial o agrícola. Como resultado de este proceso se genera la salmuera, un residuo que recibe el tratamiento adecuado para su posterior gestión y reutilización para diversos fines, o devolución al mar, monitorizando su posible impacto para garantizar el bienestar y protección de todo el ecosistema marino.
Economía circular para valorizar el residuo
La economía circular encuentra su máxima expresión en el propio ciclo del agua, ya que es un proceso que de forma natural sigue una trayectoria circular en todo su ciclo de vida (evaporación, condensación, precipitación, infiltración y escorrentía). En el caso de la desalación, este concepto se enfatiza, ya que se trata de reutilizar el agua de mar, pero ¿y si además el residuo resultante de este proceso pudiera tener una segunda vida? Para maximizar aún más la aplicación de la economía circular, existen alternativas destinadas a buscar una segunda vida a la salmuera y con ello valorizar este residuo.
Algunas iniciativas buscan utilizar la salmuera para la acuicultura, contribuyendo al desarrollo de organismos acuáticos; otras para generar electricidad aprovechando la diferencia de salinidad; también para el deshielo de las carreteras, especialmente en zonas rurales donde la nieve y las bajas temperaturas son habituales durante el invierno; para extraer los minerales contenidos en ella, como el calcio o magnesio; o incluso para la conservación de alimentos como pescados y mariscos, entre otros.
De esta manera, no solamente se recurre a la circularidad del agua para su posterior reutilización y lograr así una gestión hídrica más eficiente, sino que también es posible aprovechar el residuo derivado de este proceso de desalación y destinarlo a otros fines necesarios, cerrando así el círculo de la economía de este recurso.
¿Qué ventajas supone el uso de plantas desaladoras?
Las plantas desaladoras representan una solución prometedora que puede ser clave para mitigar la escasez hídrica actual y también en el futuro gracias a sus distintivas ventajas. Sin embargo, para enfrentarse a este desafío de manera efectiva y sostenible, es necesario e imprescindible combinar estas tecnologías innovadoras con una gestión responsable de los recursos hídricos y un consumo más consciente.
Una de las principales ventajas es el incremento en seguridad de suministro de agua dulce, pero sobre todo un suministro más sostenible y controlado, ya que, a diferencia de los recursos hídricos tradicionales, no depende de las condiciones climáticas, como periodos de escasez, pudiendo operar las plantas de forma continua. Adicionalmente, implica una reducción de la captación de agua dulce (especialmente relevante en zonas de estrés hídrico) para que pueda ser destinada a otros usos necesarios y, sobre todo, a favor de la comunidad local, como el consumo doméstico, el riego, la preservación del entorno o el uso industrial. Asimismo, la calidad del agua producida también es una ventaja. Este tipo de agua se somete a un postratamiento que varía según el uso al que se destine para cumplir con la normativa de salud y los estándares de calidad requeridos para cada caso. De hecho, generalmente el agua dulce obtenida por desalación es de alta pureza, ya que el proceso elimina la mayoría de las partículas y sales contenidas en ella.
El desarrollo de estas plantas desaladoras también impulsa en gran medida la innovación de las tecnologías para la desalación, tratamiento del agua y gestión sostenible de recursos hídricos. Aunque las ventajas son significativas, los avances tecnológicos en este campo progresan para enfrentarse a los desafíos que presenta y que es preciso considerar, como por ejemplo el uso de energías renovables para alimentar estas plantas, que permiten reducir el consumo energético añadiendo al proceso de desalación el concepto de eficiencia energética.
España, a la vanguardia en la desalación
España es un país experimentado y con una larga trayectoria en desalación. Hace seis décadas que se construyó la primera planta en Lanzarote, concretamente en el año 1965, así como en Ceuta, que también fue pionera en adoptar esta tecnología para combatir la escasez de agua. Hoy, la desalación representa una fuente de suministro hídrico fundamental e irremplazable para el país.
Una realidad que reflejan los últimos datos de la Asociación Española de Desalación y Reutilización, que indican que España es uno de los países que más agua desalada produce, y ocupa la cuarta posición en cuanto a capacidad de producción por detrás de Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos. Según estos datos, en España se producen alrededor de 5.000.000 de metros cúbicos al día de agua desalada para abastecimiento, uso industrial y riego. En base a estos datos, España cuenta con un total de 765 plantas desaladoras, de las cuales 360 son desaladoras de agua de mar, y 405 de agua salobre, aquella que contiene más sales disueltas que el agua dulce, pero no tanta cantidad como el agua de mar.
Con respecto a aquellas plantas desaladoras de agua de mar con una producción superior a los 10.000 metros cúbicos al día, consideradas de gran capacidad, España presenta un total de 54 plantas divididas en distintas Comunidades Autónomas.
En España, además de su uso mayoritario para agua potable, más del 20% del agua desalada se utiliza para la agricultura, sobre todo para riego e industrias agrícolas del sureste español y las islas. También se utiliza para el uso industrial en múltiples procesos, como en calderas, en la industria petroquímica, o como materia prima para la elaboración de ciertas bebidas.
En definitiva, la desalación se perfila como una alternativa que gana cada vez más fuerza para asegurar el suministro de agua en un futuro y como una solución innovadora y sostenible para solucionar la problemática del estrés hídrico mediante la circularidad del agua y la gestión eficiente de este recurso natural tan preciado.
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