Miércoles, 9 de octubre de 2024
La vida silvestre es parte insustituible de los ecosistemas, ya que cada especie, desde los insectos hasta los grandes mamíferos, tiene un papel fundamental en la regulación de los ciclos naturales del planeta.
Concienciar sobre la importancia de la vida silvestre, y combatir la merma que esta puede sufrir a causa de la actividad humana, fue la principal motivación que llevó a la Asamblea General de la ONU a proclamar, en 2013, el 3 de marzo como Día Mundial de la Vida Silvestre. La fecha no fue elegida de manera aleatoria: 40 años antes se firmaba un acuerdo intergubernamental, a nivel internacional, para frenar el tráfico de especies amenazadas o en peligro de estarlo. La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) marcó el inicio de un movimiento de concienciación global sobre la importancia de cuidar la vida silvestre en la Tierra.
La vida silvestre es fundamental para mantener ecosistemas saludables que aseguren la polinización de cultivos, la purificación del agua y el aire, la prevención de la erosión de los suelos o la regulación del clima. Por ejemplo, el estiércol y la orina de los animales salvajes repone de manera natural los nutrientes que el suelo necesita, debido al alto porcentaje de minerales enriquecedores que contienen. La extinción de una sola especie, por lo tanto, puede provocar un efecto inmediato en la cadena alimentaria.
También debemos recordar que la vida silvestre es fuente inagotable de investigaciones que han facilitado grandes avances médicos. Por dar solo un ejemplo, un reciente estudio conjunto de las Universidades de Columbia y Monte Sinaí ha demostrado que un tipo de sapo produce un compuesto que puede ser el remedio definitivo para tratar los síntomas de la ansiedad y la depresión.
La conservación de la vida silvestre ha de ser, entonces, un esfuerzo constante en que colaboren no solo las instituciones y las empresas privadas, sino también la comunidad científica y la sociedad en general. Afortunadamente, cada día aumenta la creación de parques nacionales, reservas naturales y otra serie de áreas protegidas que conservan la vida silvestre, así como la monitorización continua de poblaciones de especies que permite detectar aquellas que se encuentran en peligro y favorecer su preservación. En España, la superficie terrestre protegida aumentó el pasado año casi un 40%, mientras que la marina lo hizo en un 12%, según el Anuario 2023 del estado de las áreas protegidas realizado por la Oficina Técnica de EUROPARC-España, el principal foro profesional en la materia.
La comunidad científica trabaja sin cesar para comprender mejor las necesidades de dichas especies y desarrollar, así, estrategias efectivas para su conservación. En este caso, las nuevas tecnologías se convierten en un aliado, como es el caso de la iniciativa ICARUS, que supone un sistema de seguimiento de los patrones migratorios de las aves utilizando GPS y transmisores de radio cuya señal es recibida en la Estación Espacial Internacional y que, además, funciona con energía solar.
Por nuestra parte, la ciudadanía es cada día más consciente de la vitalidad de la flora y fauna silvestre y, gracias a ello, aumentan a diario los proyectos comunitarios que siguen esta línea. Esto nos permitirá frenar aquellos procesos que ponen en riesgo la biodiversidad y, por lo tanto, nuestro propio futuro.
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