Jueves, 13 de abril de 2023
La pérdida o aumento de diversidad están sujetos en numerosas ocasiones a algo tan natural como los cambios de estación. En contraste, como recuerda la Enciclopedia Británica, las mermas de biodiversidad por perturbaciones causadas por humanos tienden a ser más severas y duraderas y achaca a ello la agricultura descontrolada, la deforestación, la irrupción de especies exóticas o la contaminación, entre otros motivos. Un informe de 2019 de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas señaló que hasta un millón de especies de plantas y animales pueden desaparecer debido a las actividades humanas, que provocan que la tasa actual de extinción de sea entre 100 y 1.000 veces más alta que la natural.
No se trata solo de cuidar el planeta, sino a nosotros mismos como especie: la biodiversidad es esencial para el bienestar humano porque proporciona servicios ecosistémicos como la polinización, la purificación del aire y del agua, la regulación del clima y la producción de alimentos. Y su merma ya está teniendo efectos graves en la economía, la salud y la seguridad alimentaria.
Por suerte, la capacidad de regeneración del planeta es altísima y estamos a tiempo de recuperar muchos ecosistemas o, al menos, salvarlos de la extinción. El año pasado, la Unión Europa presentó su Estrategia de Biodiversidad para 2030, con el objetivo de “devolver la naturaleza a nuestras vidas para garantizar que en 2050 los ecosistemas del mundo estén restaurados, sean resistentes y estén adecuadamente protegidos”. Para ello, se han aprobado medidas como establecer en toda la unión una red más amplia de espacios protegidos en tierra y mar, ampliar las zonas Natura 2000 ya existentes con una protección estricta de aquellas que presentan gran biodiversidad y valor climático, así como poner en marcha un plan de recuperación de la naturaleza.
En WWF valoran este avance, pero consideran que hay que acelerar el paso, para lo que proponen un plan de 15 medidas, entre ellas “establecer un plan nacional de reducción del agua subterránea sobreexplotada, ampliar la red de Parques Nacionales o recuperar las poblaciones de las especies amenazadas”.
“Todas las especies, incluso las más desconocidas, desempeñan un papel crucial en los ecosistemas”, plasma la ONG en su informe, y pone el ejemplo de los peces criptobentónicos, los más pequeños del mundo, pero esenciales para la supervivencia de los arrecifes de coral. “Las características de la mayor parte de las especies las hacen insustituibles para el funcionamiento y equilibrio de bosques, mares, praderas, humedales o ríos: la biodiversidad nos suministra todo lo que necesitamos para sobrevivir, incluyendo alimentos, oxígeno, agua potable, medicamentos, regulación del clima, protección frente a plagas, incendios o incluso enfermedades”, dicen en la organización, y concluyen: “Hay que actuar ya porque cuidar la biodiversidad es cuidarnos a nosotros mismos”.
¿Y qué puedo hacer yo?
No hay que esperar a que llegue el Día Internacional de la Diversidad Biológica, el 22 de mayo, para cuidarla y preservarla. Con pequeños gestos cotidianos podemos aportar mucho a su conservación. Por ejemplo, tener en mente siempre las tres erres en nuestra manera de consumir: reducir el consumo, reciclar lo consumido y, en la medida de lo posible, reutilizar. Un uso racional del agua también es de vital importancia.
Al hacer la compra, pararse a pensar un minuto también puede tener ventajas enormes para el medioambiente: en lo posible, evita frutas y verduras que provengan de la agricultura intensiva y, cuanto más locales, mejor, porque no requieren de envases ni productos conservantes, y ahorras el CO2 que supone el transporte.
Por último, cuando te escapes al campo o a la playa, no te limites a tratar de generar el menor impacto posible: reduce también el de los demás. Lleva siempre una bolsita a mano y recoge los desperdicios que otros hayan podido dejar.
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