Miércoles, 8 de junio de 2022
Vivimos en un mundo donde la aceleración forma parte de la rutina social y económica. Sin embargo, numerosas instituciones y grupos sociales de todos los países –cada vez más preocupadas por la gran cantidad de residuos que generamos– demandan reposo y reflexión sobre los modelos productivos actuales. En un mundo con ciudades cada vez más pobladas resulta indispensable un análisis profundo, atendiendo a la acción tanto colectiva como individual.
En Europa, la preocupación por la sostenibilidad está muy presente desde hace años. Así lo refleja el Eurobarómetro de 2021: el 93% de europeos cree que el cambio climático es un problema grave, el 87% considera que Europa debe fijar objetivos ambiciosos para aumentar el uso de energías renovables y, lo que es más palpable, el 64% asegura tomar medidas personales en materia de sostenibilidad en su vida cotidiana. Pero esta preocupación no es nueva. En 2015, la ONU estableció 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible, entre los que se hallan metas climáticas para lograr un mundo más limpio y justo con las generaciones presentes y venideras. Según datos de las Naciones Unidas, el 55% de población actual vive en ciudades, cifra que se prevé que llegue al 68% de aquí a 2050. Si no se gestiona bien, esto puede poner en peligro los suministros de bienes tan básicos como el agua dulce y volver insostenible la generación de residuos. Por ello, es necesario actuar ya.
La cuestión de los residuos requiere de dos ejes fundamentales: reducir su cantidad y gestionarla de forma adecuada; es decir, de forma circular y respetuosa con el medio ambiente, sobre todo en grandes zonas urbanas. Las ciudades suponen enormes polos de actividad humana. Por ello, la Unión Europea (UE) trata de impulsar un cambio sostenible en su modelo de producción y consumo y, por ende, en sus residuos, cristalizado en su Pacto Verde Europeo, que guiará la recuperación pospandémica de la UE.
Una estrategia con la que España se alinea –en lo que respecta al reciclaje– a través de la recientemente aprobada Ley de Residuos. Bajo este marco de actuación, y en línea con la Estrategia Española de Economía Circular, se eliminan los plásticos de productos de un solo uso mediante objetivos de reducción del 50% para 2026 y del 70% para 2030 a través de medidas como la prohibición de la venta de pajitas, bastoncillos y cubiertos de plástico. También se priorizará el agua no embotellada y se ampliará la recogida separada de los residuos en municipios pequeños.
Pero probablemente uno de los aspectos de mayor trascendencia para revertir el proceso de degradación medioambiental es la aplicación del “fin de condición de residuo”. Esta fórmula, basada en el principio de la economía circular de entender todo residuo como materia prima, facilita la segunda vida de multitud de subproductos que, de otra forma, podrían acabar en vertederos. Así, aceites usados, grasas o residuos urbanos y forestales, por ejemplo, pueden ser reconvertidos en combustibles verdes que ayuden a descarbonizar usos difícilmente electrificables, como algunos procesos industriales o de transporte pesado. Es decir, lo que antes suponía una “carga de poca utilidad”, ahora se transformará en energía limpia que nos ayudará a impulsar la transición ecológica y a ganar independencia energética en un contexto internacional especialmente inestable.
Son objetivos regulatorios ambiciosos e imprescindibles para ganar la batalla a la acumulación (y desaprovechamiento) de residuos. Pero solo podrán alcanzarse con éxito con el apoyo, esfuerzo y acción de empresas y ciudadanía.
Las tres erres de la ecología
El reto ambiental demanda, así, asimilar las “tres erres de la ecología”: reducir la basura que generamos –es decir, reducir el consumo–, reutilizar –aprovechar lo ya consumido y alargar su vida útil, para no generar más desechos– y reciclar.
Cada vez son más las organizaciones que siguen el hilo de los objetivos europeos medioambientales tratando de permear en la conciencia de toda la sociedad, como Ecoembes, que elabora guías de reciclaje o campañas de comunicación para ampliar el conocimiento sobre aspectos del mismo que, siendo esenciales, son menos conocidos; es el caso del uso del contenedor marrón, el de residuos orgánicos. Pese a no tener tanta presencia en las rutinas de los españoles, gracias a él se puede producir ‘compost’, un biorresiduo con el que se puede generar energía. O el contenedor para aceites usados, residuos que pueden utilizarse para confeccionar abono o jabón o para impulsar los combustibles verdes del futuro.
Otros organismos y empresas luchan por integrar la utilización de residuos en sus estrategias. Así ocurre en Cepsa, donde se comprometen con el cuidado del entorno tanto desde su política ambiental, con proyectos como DETAL y la apuesta por la gestión circular de residuos y el aprovechamiento hídrico, como desde su nueva hoja de ruta corporativa: ‘Estrategia 2030, Positive Motion’. Entre otros objetivos, la compañía se ha propuesto producir unas 2,5 millones de toneladas de biocombustible circular al año para el final de esta década con las que impulsarán la descarbonización de sectores como el de la aviación, entre otros.
Lo mismo sucede en empresas de otros ámbitos. Desde el sector de la alimentación, con ejemplos como Bezoya, que ha sabido incorporar la sostenibilidad utilizando actualmente sólo botellas de plástico 100% reciclado; hasta empresas de telecomunicaciones como Vodafone, donde además de impulsar la adquisición de dispositivos reacondicionados, están creando una plataforma para canjear los ‘smartphones’ usados; pasando por la ropa hecha con materiales reciclados de la marca Ecoalf.
Vivimos en un mundo cada vez más acelerado, pero también más preocupado por los residuos que genera. Acabar con el exceso de plásticos, convertir los vertederos en fuentes de materia prima o generar energía limpia para frenar el proceso de cambio climático son solo algunas de las infinitas fórmulas con las que la economía circular puede ayudarnos a construir un futuro más sostenible. Pero para lograrlo, y aunque ni hoy ni mañana serán el día del reciclaje, es fundamental que el compromiso se mantenga durante todo del año.
¿Te ha parecido interesante?