Miércoles, 8 de junio de 2022
La elegante pose del lince ibérico. El majestuoso vuelo del águila imperial. O el atronador gruñido del oso pardo. Son las primeras imágenes que acuden a la mente cuando uno piensa en la pérdida de biodiversidad en España. Especies emblemáticas cuyo estatus, como apunta Eduardo de Miguel, director gerente de la Fundación Global Nature, “se está revirtiendo, con un aumento de sus poblaciones”. Y, sin embargo, la inabarcable variedad de plantas e insectos en nuestro país –lo que De Miguel llama “gran biodiversidad”– pareciera merecer una atención mediática más escueta o hace sonar alarmas más tenues entre la opinión pública. Pero sufre, desde hace décadas, el impacto de una actividad humana que no tiene en cuenta los límites planetarios.
Van cayendo también las poblaciones de aves y pequeños mamíferos. Se interrumpen ciclos de vida perfectamente orquestados –desde hace milenios– por la madre naturaleza. Los efectos nocivos afectan a la riqueza de los ecosistemas, que representa sin duda un valor en sí mismo.
Incluso desde una óptica estrictamente económica, De Miguel advierte que la pérdida de biodiversidad perjudica a una parte importante de nuestro modelo productivo. Pone como ejemplo la disminución de microorganismos en el suelo y su influencia en la materia orgánica que asegura la eficiencia natural en el uso agrícola. O el paulatino descenso de, como explica el experto, “polinizadores como las abejas, fundamentales para especies de cultivo como almendros o cerezos”.
En países mediterráneos como España, más del 50% de la biodiversidad se concentra en los humedales. Durante el pasado siglo y lo que llevamos de este, continúa De Miguel, “nuestro país ha perdido el 60% de su superficie de humedal, ya sea por contaminación, desecación o invasión para cultivo”. Para este experto, la recuperación de este tipo de entornos debería ser una estrategia como país.
Recuperando ecosistemas autóctonos
En este contexto, y desde hace 20 años, laFundación Cepsa y la Junta de Andalucía colaboran en un gran proyecto de restauración de ‘La Laguna Primera de Palos’, en Huelva. La iniciativa se ha erigido como referente de este tipo de intervenciones, especialmente por su enfoque integral que aborda la recuperación ecológica y paisajística sin desatender una fuerte vocación educativa.
Javier Camacho, biólogo responsable del proyecto, explica que hace dos décadas la laguna estaba sometida a numerosos impactos que mermaban su biodiversidad: “El sobrepastoreo, las talas y la puesta en cultivo habían simplificado notablemente la enorme heterogeneidad de la flora, afectando en especial a plantas como la malvasía”. Y recuerda que esto, a su vez, hacía cada vez más difícil preservar la fauna autóctona que se alimentaba de sus frutos. “Muchas aves acuáticas –la cerceta pardilla o la focha cornuda– también habían ido desapareciendo del lugar debido a la drástica reducción de zonas someras, o de escasa profundidad, donde multitud de especies encuentran refugio y lugar de alimentación o cría”, asegura.
Por estos motivos, el proyecto se centró en varias acciones simultáneas que se han ido retroalimentando virtuosamente: la reintroducción de especies que habían huido en busca de hábitats más saludables; el incremento de aquellas que aún permanecían, aunque con poblaciones muy reducidas; el retorno progresivo hacia la riqueza vegetal que la zona tenía originalmente; o la intervención sobre la topografía para favorecer la generación de zonas someras.
En estos 20 años, se ha trabajado con casi 100 especies de fauna y 17 de flora autóctonas. El reto pasa ahora por mantener lo logrado y avanzar en la senda marcada. Todo ello en un contexto circundante de intensa actividad humana. “Tenemos que ser conscientes de que la laguna se encuentra localizada en una zona de muy alto valor para multitud de actividades (industrial, agrícola, portuaria, turística, etc.)”, recuerda Camacho. Así que el objetivo, continúa el biólogo, “es conseguir un estado lo más parecido posible al natural a la vez que se mantienen la mayoría de esos usos”. Para el científico, ese punto de equilibrio existe y hay que trabajar para encontrarlo.
Mientras la Fundación Cepsa colabora con administraciones y agentes locales en la búsqueda de ese punto intermedio entre desarrollo y sostenibilidad, ‘La Laguna Primera de Palos’ atrae cada vez a más visitantes. En grupos reducidos, aquellos que allí acuden disfrutan de un itinerario botánico y varios observatorios de avifauna que recrean la arquitectura tradicional de esta zona de Huelva. Casi cien mil personas han disfrutado ya de sus muchos programas de sensibilización ambiental. En ella, se aprende de primera mano sobre los beneficios de una biodiversidad en plena forma. Se comprueba, así, que la voluntad permite reconstruir ecosistemas de gran valor para la biodiversidad.
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