Artículo Miércoles, 8 de junio de 2022
“Verde que te quiero verde / Verde viento. Verdes ramas. / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña”, cantaba Lorca, el poeta español más universal. A él, le aterró ese Nueva York frío, plagado de rascacielos, gris e inhumano. El artista quería sentir la brisa, la luna, las estrellas, los lirios y los jazmines. Por eso, su obra es imposible de desligar de la naturaleza. Imposible pensar hoy en un futuro sin ella. Vida, verde, vegetación, huertos, texturas naturales... Eso es lo que piden quienes defienden que las ciudades deben dejar de ser junglas de cristal y optar por la naturación, un proceso que busca incorporar la vegetación al espacio urbano para amortiguar el existente desequilibrio entre la urbanización y el medio ambiente. Lorca se hubiera quedado fascinado.
"Introducir la naturaleza como elemento de construcción es una de las herramientas más interesantes de la arquitectura actual. La naturación es hoy una materia de investigación apasionante que va a dar unos frutos espectaculares respecto a la mejora de la calidad ambiental y la forma de habitar mejor el espacio urbano", señala Joaquín Sicilia, arquitecto y miembro de Pronatur, Sociedad española para la Promoción de la Naturación Urbana y Rural.
Pulmones para la ciudad
El funcionamiento es sencillo. De forma natural, las plantas absorben la radiación solar para su función clorofílica –transforman el CO2 en oxígeno–, atemperando el medio ambiente al elevar la humedad presente en el aire. De este modo, facilitan la creación de corrientes convencionales que renuevan la atmosfera y que, adecuadamente situadas en los paisajes de asfalto como cubiertas vegetales, permitirían acabar con las conocidas boinas de calor y, en consecuencia, con la contaminación. Se calcula que un metro cuadrado de cobertura vegetal produce el oxígeno que necesita una persona en todo un año.
Otro fenómeno que surge de pintar las cubiertas color verde deriva en el aumento de la biodiversidad, así como la reducción de la contaminación acústica. De nuevo, en un año, esa superficie verde atraparía hasta 130 gramos de polvo y reduciría entre 8 y 10 dB el incómodo ruido urbano.
Además, el efecto de las cubiertas vegetales también aporta una potente respuesta a las temperaturas extremas. La vegetación puede regular y reducir la temperatura ambiente de las ciudades hasta en 5ºC, ya que el verde (el de la vida vegetal) absorbe el 50% de la luz solar y refleja el 30%. A esto habría que sumarle el ahorro energético que supondría el aislamiento térmico, tanto en verano como en invierno. Por si esas bondades fueran pocas para las cada vez mayores metrópolis, donde la temperatura ha aumentado más de 1,5 grados de media por el cambio climático y el efecto isla de calor, “hay que considerar el aspecto emocional, la sensación de bienestar, reducción del estrés y la mejora paisajística que implica el verde”, apunta Sicilia. No solo es salud, también es calma.
El jardín vertical del Caixa Forum en el madrileño paseo de Recoletos; la Ciudad Financiera del Santander, con 137.000 m2 de superficie verde; el Hotel Wellington de Madrid, que presume de contar con uno de los huertos urbanos más grandes del mundo en la azotea de su edificio; la instalación de Vivers Ter en el edificio de Tabacalera en Tarragona; el patio del Hotel Mercure de Madrid Santo Domingo, con uno de los jardines colgantes más grandes del planeta o la Torre de Cristal de Madrid sede de la firma de servicios profesionales KPMG, con una fachada en cuya cúpula que esconde un auténtico jardín en la altura, un pulmón verde con más de 24.000 especies. Son algunos ejemplos de esta forma sana de construir. No obstante, –todavía– las cubiertas verdes son anecdóticas en España.
Porque, aunque la idea de poner una piel vegetal sobre las fachadas y tejados de las ciudades sí está en los planes de ayuntamientos como el de Madrid y Barcelona, falta voluntad política, según coinciden los expertos. Defienden que los estímulos fiscales y concursos públicos, en los que las pieles vegetales sean vistas como inversión en la ciudad, pueden ser la vía. En Francia y Dinamarca, por ejemplo, se obliga a que todas las azoteas de los edificios de nueva construcción sean aprovechadas total o parcialmente con algún tipo de vegetación. Porque para poner verdes nuestras fachadas hace falta aislar las paredes e impermeabilizar de una forma especial, pero la salud de todos está en juego y cada vez se hace más evidente que desierto llama a desierto… Y el verde a más verde. "Es la inteligencia de la naturaleza", señala Marina García, experta en instalar huertos en los techos. Es poner lógica a nuestro crecimiento. Es el verde de Lorca y el grito a esas urbes inhumanas.
"Yo denuncio a toda la gente / que ignora la otra mitad, / la mitad irredimible /que levanta sus montes de cemento / donde laten los corazones / de los animalitos que se olvidan. / (...) Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles / en la patita de ese gato / quebrada por el automóvil, / y yo oigo el canto de la lombriz / En el corazón de muchas niñas...”, cantaba el escritor en ‘Oficina y denuncia, Nueva York’.
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