Miércoles, 21 de septiembre de 2022
Bajo las aguas turquesas de Ibiza y Formentera, en el parque natural de Ses Salines, hay una inmensa pradera submarina de posidonia que no sale en las fotos de Instagram. Esta pradera verde brillante suma más de ocho kilómetros, pasa de 100.000 años y no existe en ningún otro mar del planeta. Desde 1999 es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y en los últimos años ha empezado a menguar como si encogiese.
Cada año, unas cuantas palabras se incorporan a nuestro vocabulario habitual como termómetro de la actualidad: confinamiento, escrache, selfi, emojis o metaverso. Hace un tiempo que la posidonia salió del anonimato del fondo marino y del vocabulario científico más específico para llamar nuestra atención, formando cordones vegetales de color marrón en las orillas de las playas como señal de socorro. Se confunde con un alga, pero no lo es. La planta tiene raíz, hojas y tallo, como las terrestres.
Las praderas submarinas que captan el carbono azul
Tres cuartas partes del planeta Tierra son agua y el 97,5% es salada. En tierra firme acostumbramos a mirar a las montañas y bosques como reserva de la biosfera y filtro de CO2, pero olvidamos volver la vista a los océanos. Inmensas praderas de posidonia sumergidas en el Mediterráneo almacenan más CO2 que los bosques y son especialmente sensibles a la sobrecarga de gases de efecto invernadero.
La posidonia oceánica o posidonia mediterránea es una planta acuática endémica del Mar Mediterráneo. Sus plantas florecen en otoño y arrojan una especie de fruto que recuerda a una oliva marina. Crecen en fondos arenosos poco profundos para buscar la luz solar y se agrupan formando praderas inabarcables (fanerógamas marinas) que son absolutamente esenciales para el ecosistema marino y para el equilibrio del planeta. Funcionan como barrera natural para proteger la costa de la erosión y son una gran depuradora del CO2 (de hecho a este carbono se le denomina azul) al mismo tiempo que es hábitat y refugio de millones de especies -400 vegetales y un millar animales-, explica Silvia García, investigadora de Oceana, organización internacional centrada en la protección de los océanos desde 2001 y con líneas de trabajo específicas que han logrado concienciar, educar y ayudar en la protección legal de este patrimonio subacuático.
Además, -apunta esta bióloga marina- la posidonia tiene otra característica singular: es altamente sensible a la turbidez y a la contaminación. “Refleja el estado y la calidad de las aguas de un Mar Mediterráneo que está enfermo y esta planta es el síntoma”. Las praderas generan entre cuatro y 20 litros de oxígeno diarios por cada metro cuadrado, constituyendo una de las fuentes de oxigenación más importantes de nuestro Mediterráneo. Parte de este oxígeno es difundido a la atmósfera terrestre durante los períodos de máxima productividad. La posidonia multiplica por 20 la capacidad de los bosques terrestres -por unidad de área- de captar dióxido de carbono (CO2), generar oxígeno y filtrar ese manto de gases contaminantes que forma la burbuja del calentamiento global y, como no podría ser de otro modo, combatir el cambio climático. Cuanto más aumenta la contaminación litoral, más encogen las praderas de posidonia y su capacidad para ser la depuradora de aire del Mediterráneo.
El Instituto Español de Oceanografía elaboró un atlas de las praderas marinas para su estudio y protección, dado la riqueza de este ecosistema. De acuerdo a los datos de la Fundación SavePosidoniaProject, las islas Baleares suman 55.795 hectáreas de praderas de posidonia; 7.650 hectáreas en Formentera, lo que equivale a 76,5 millones de metros cuadrados de bosque submarino a proteger.
Para protegerlas, el proyecto Life Posidonia ha instalado boyas ecológicas y nos ofrecen otras claves para ayudar a preservar este manto verde milenario: no fondear sobre ellas, alertar de la presencia de algas invasoras, controlar la flotación y el aleteo; o pasar a la acción como voluntario en defensa de los océanos son algunas de estas buenas prácticas.
Life Blue Natura es otra de las iniciativas que tratan de proteger las praderas submarinas, en concreto la que se encuentra en el litoral andaluz. Surgido del proyecto Life Posidonia Andalucía (2011-2014), sus propulsores reconocen que su propósito es “conocer el papel de los sumideros de carbono azul, ya que desconocemos estos datos en las praderas de fanerógamas y en las marismas de marea en Andalucía”. Fundación Cepsa ha sido uno de los cofinanciadores del proyecto en los últimos años.
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