Viernes, 27 de octubre de 2023
Aunque a veces se olvida, España fue un país pionero en impulsar la conservación de espacios naturales únicos. Lo hizo gracias a una iniciativa importada en 1916 por Pedro Pidal desde Estados Unidos. Yellowstone fue, en 1872, el primer parque nacional declarado del planeta. Pidal emuló esa idea.
Los dos primeros parques nacionales de España fueron el de la Montaña de Covadonga (actualmente, Picos de Europa) y Ordesa, en 1918, regulados por la Ley de Parques Nacionales de 1916, cuyos tres artículos recogían el concepto estético y paisajístico de parque nacional.
Desde entonces, la lista se ha ido ampliando y abarcando más espacios singulares de la geografía española. Actualmente, son 16 los que integran la Red de Parques Nacionales, que en 2022 tenía 405.000 hectáreas (0,8 % del territorio español). Once están en la península ibérica; cuatro, en Canarias y uno, en Baleares.
Estos espacios naturales tienen una especial protección por la gran riqueza biológica que albergan. Además, son piezas claves para la conservación, ya que la categoría «parque nacional» implica una alteración mínima del territorio y escasa presencia humana. Ello posibilita preservar los rasgos ecológicos, culturales y estéticos de estos lugares.
Su singularidad conlleva este especial tratamiento, amparado por la Ley 30/2014 de Parques Nacionales. Medidas como la prohibición de la pesca deportiva y recreativa, la caza deportiva y comercial, la tala con fines comerciales o la imposibilidad general de urbanización (salvo en los núcleos ya existentes en Monfragüe y Picos de Europa) garantizan su máxima protección.
Esta legislación específica no se olvida de los habitantes de esos entornos y propicia el desarrollo de actividades compatibles ligadas a su visita y disfrute, que generan riqueza en la zona.
Parques Nacionales de España, una marca para conservar el patrimonio natural
La marca «Parques Nacionales de España» tiene como objetivo conservar el valor natural de estos espacios únicos, posibilitar a la ciudadanía su disfrute y permitir a la comunidad científica conocerlos mejor.
Los parques nacionales permiten conservar paisajes, ecosistemas y especies que, de otro modo, no existirían. De hecho, muchas especies autóctonas y endémicas deben su supervivencia a estos espacios protegidos que impiden su declive o extinción.
Así, el parque de Garajonay, uno de los últimos vestigios de las selvas subtropicales que poblaban el área mediterránea hace millones de años, es fundamental para la conservación de las palomas turqué y rabiche. El Teide lo es para conservar el pinzón azul, el vencejo unicolor y el reyezuelo. El oso pardo cantábrico y el urogallo tienen su refugio en los Picos de Europa; mientras que el tritón de los Pirineos, el quebrantahuesos o el gorrión alpino lo tienen en Ordesa y Monte Perdido, que también es Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Cabrera alberga varias subespecies de lagartijas baleares endémicas del archipiélago y es punto esencial en las rutas migratorias de unas 150 aves. También en Caldera de Taburiente viven animales y vegetales endémicos.
En Timanfaya habitan reptiles como el perenquén o el lagarto de Haria e interesante avifauna. Especies amenazadas como el águila imperial ibérica o el lince ibérico dependen en gran medida de la protección que les brinda Doñana, que, además, es un collage de paisajes, ecosistemas, marismas, dunas y bosques.
Por su parte, la riqueza del parque martítimo-terrestre de las Islas Atlánticas está en la gran diversidad de ecosistemas submarinos. En su superficie, destacan el complejo dunar, los acantilados y las playas. En el otro extremo del mapa, Sierra Nevada alberga animales e insectos únicos del lugar y más de 2.000 especies vegetales; 66 de ellas, originarias de la zona. Daimiel es un humedal único, el último representante del ecosistema denominado «tablas fluviales», que garantiza la vida a aves y plantas. Mientras que Monfragüe es un referente del turismo ornitológico.
En ocasiones, convertirse en espacios protegidos salva a esos ecosistemas de actividades que serían incompatibles con su biodiversidad. Cabañeros iba a ser un campo de tiro militar de 16.000 hectáreas en 1987, pero el movimiento ciudadano y ecologista logró que, por el contrario, un año después, se convirtiera en Parque Natural. Fue declarado Parque Nacional en 1995, cuando se extendió la conservación a más de 40.000 hectáreas.
Hoy no es 24 de agosto, Día Internacional de los Parques Nacionales, pero es un buen día para reivindicar estos tesoros naturales, cuyo objetivo es conservar paisajes, ecosistemas y especies.
¿Te ha parecido interesante?