Jueves, 8 de junio de 2023
La conciencia medioambiental crece en nuestro país. Según refleja la Encuesta de 2020–2021 sobre el Clima del Banco Europeo de Inversiones, ocho de cada diez españoles son conscientes de que la crisis climática es el mayor reto de la sociedad contemporánea y de que sus efectos no son ajenos a los ciudadanos de a pie. La mayoría estamos dispuestos a hacer grandes cambios en nuestros hábitos de consumo y uno de los más normalizados es el reciclaje. Sin embargo, muchos desconocen qué pasa exactamente con la basura que tiramos al contenedor, cuáles son los materiales más fácilmente aprovechables y reutilizables, o cómo ha avanzado la tecnología para acercarnos poco a poco al residuo cero.
Transformar los modelos de producción y consumo no es solo una meta de los hogares, sino un requisito esencial para cumplir los objetivos del Acuerdo de París de reducir el aumento de la temperatura global en dos grados centígrados a finales de siglo, así como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es ahí donde entra en juego la economía circular, un cambio de paradigma en el sistema socioeconómico que busca reducir al máximo el uso de materias primas, agua y energía a la hora de producir bienes y servicios, además de minimizar la generación de residuos, dándole un giro a la economía lineal tradicional para convertirla en circular.
¿El primer paso? La reducción: la economía circular anima a adoptar medidas que contribuyan a minimizar la cantidad de residuos y su impacto negativo en la salud de las personas y el medioambiente. Y partiendo de la premisa de que el mejor residuo es aquel que no se genera, surge el ecodiseño, actividad que busca desarrollar productos y servicios sostenibles, funcionalidad, calidad y posterior reutilización.
Hay situaciones en las que la reducción no es viable y es entonces cuando entra en juego la segunda pieza del engranaje: reutilizar y reparar los residuos. A veces, esta tarea no implica ningún tratamiento —como es el caso del aceite que reutilizamos en nuestros hogares antes de reciclarlo—, pero en otras ocasiones se requiere un proceso de comprobación, limpieza y acondicionamiento, como en la iniciativa Rebattery, una empresa guipuzcoana que ha logrado alargar la vida útil de las baterías automovilísticas que empiezan a fallar.
El tercer escalón de la jerarquía de la economía circular es el reciclaje, que permite la transformación de residuos en productos con la misma finalidad o con otra completamente diferente. Es un proceso que comienza en el momento en el que se producen los desechos y del que los ciudadanos somos una pieza clave. Una buena noticia para la economía circular es que separar las basuras en el hogar, según el tipo de materiales, se ha convertido en un hábito cada vez más extendido. Es lo que evidencian los datos de Ecoembes: en el año 2021 se entregaron 1,6 millones de toneladas de residuos domésticos para su reciclaje, sobre todo envases de plástico, latas y briks, así como papel y cartón. Esta mayor conciencia medioambiental ha ido acompañada por la colocación de contenedores de reciclaje, que no dejan de aumentar: en 2010 los españoles contábamos con 333.780 contenedores amarillos y 172.662 azules, y a día de hoy podemos encontrar 383.508 y 240.297 en nuestras calles.
¿Y los residuos fuera del hogar?
Pero el reciclaje también atañe a todos los residuos generamos fuera del hogar, donde encontramos referentes como Signus, un proyecto dedicado a dar una segunda vida a neumáticos fuera de uso: a partir de los mismos, se han creado suelas de chanclas, césped artificial, pavimentos de seguridad en parques infantiles o gimnasios y mezclas bituminosas para el asfaltado de más de 1.600 kilómetros de carreteras españolas.
No obstante, a la hora de hablar de reciclaje, conviene tener en cuenta a la industria de la construcción, pues es responsable del 50% de los recursos naturales consumidos, el 40% de la energía empleada y el 50% de los residuos generados, según el manual de diseño e ingeniería Handbook of Sustainable Building. En esta área, algunos de los materiales más fáciles de reciclar, y que a menudo solo gozan de una vida, son el acero, el hormigón, la madera, el yeso, el poliestireno expandido y el vidrio. Destacan iniciativas como la anunciada recientemente por Cepsa y Saint-Gobain Weber, con la que reciclarán 1.000 toneladas de residuos al año de catalizadores que Cepsa utiliza en sus Parques Energéticos. Una vez agotados para su uso, estos residuos los aprovecha Saint-Gobain Weber como materia prima en el sector de la construcción, para la fabricación de morteros empleados en diferentes usos técnicos, como la colocación y rejuntado de cerámica, revestimiento y rehabilitación de fachadas.
Hacia un movilidad verde
Aunque quizás sea una de las más desconocidas, esta parcela del reciclaje ha sido y sigue siendo clave para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, sobre todo en el campo de la movilidad.
En el caso de los vehículos eléctricos, nos encontramos con retos y complicaciones como la electrificación de camiones de largas distancias, barcos o aviones. Es entonces donde los combustibles sostenibles generados a partir de los residuos se convierten en una pieza imprescindible de la movilidad sostenible y la economía circular.
Hablamos aquí tanto de aquellos producidos a partir de residuos agrícolas, aceites usados, grasas o biomasa, como de los fabricados a partir de residuos de origen no biológico, como los residuos sólidos urbanos.
Más allá del sector del transporte, el reciclaje da paso a alentadoras posibilidades en el campo de la industria química, agricultura o cosmética. A fin de cuentas, en España se produjeron 473,3 kilos de residuos urbanos por habitante en 2020, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Hablamos de restos de alimentos que no compiten con la alimentación, papel no reciclable o restos vegetales de podas municipales, todos ellos residuos que pueden transformarse en bioetanol, biogás, biopolímeros o biofertilizantes, por ejemplo. En aquellos casos en los que los residuos no puedan ser reciclados, el cuarto paso en la jerarquía de la economía circular, antes que enviarlos a depósitos controlados, la alternativa más sostenible es la valorización energética. A través de este proceso, en industrias como la cementera, se pueden emplear algunos residuos como fuente energética en lugar de usar combustibles fósiles. Todo ello, con el objetivo de seguir avanzando en nuestro camino hacia sostenibilidad.
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