Jueves, 18 de abril de 2024
El turismo es ocio, pero a la vez es uno de los sectores económicos más relevantes del mundo. Hoy en día es posible viajar al hemisferio opuesto en cuestión de horas, lo que nos permite acercarnos a culturas diferentes, disfrutar de paisajes de ensueño y vivir en países extranjeros por unos días. Todo ello ha repercutido en que numerosas ciudades y espacios naturales relativamente desconocidos hayan comenzado a recibir ingentes cantidades de visitas. Esto es positivo para las economías locales, pero también es un fenómeno que lleva asociado un aumento del estrés sobre el terreno.
Los riesgos de un turismo descontrolado son mayores para los ecosistemas y entornos más frágiles y delicados, razón por la que existe un compendio de buena praxis que acota el concepto de turismo sostenible. En este sentido, la Organización Mundial de Turismo de la ONU (OMT) lo define como “aquel que tiene siempre en cuenta sus impactos económicos, sociales y ambientales actuales y futuros, atendiendo a las necesidades de los visitantes, la industria, el medio ambiente y las comunidades de acogida”. Por lo tanto, se podría decir que es una forma de viajar que pone en práctica los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
Precisamente, fue en 1992 cuando se comenzó a hablar del tema, a partir de la Cumbre de la Tierra organizada por Naciones Unidas y celebrada en Río de Janeiro (Brasil), cuyo objetivo era fijar las bases de un nuevo modelo de desarrollo basado en la sostenibilidad. Aquel también fue el punto de partida de las famosas COP —Conference of the Parties, por sus siglas en inglés—, y poco después, en 1995, se celebró la primera Cumbre Mundial de Turismo Sostenible para integrar los principios que constituyen esta forma de viajar. Se aprobó la Carta Mundial de Turismo Sostenible y, posteriormente, en 2017, se declaró un año internacional para esta materia.
Pero ¿en qué debe fijarse la industria turística? ¿Qué elementos, factores o criterios son los que marcan la sostenibilidad en el turismo? No hay que olvidar que esta actividad, debidamente gestionada, conlleva numerosos beneficios que van más allá de los ingresos económicos: si se aprovechan los recursos locales, el impacto será menor e, incluso, puede ayudar a preservar y conservar los bienes naturales y culturales. Al mismo tiempo, se respeta la autenticidad sociocultural del entorno donde se practica el turismo sostenible. Si se integra a las comunidades, aumenta la generación de empleo local. En definitiva, se trata de poner en valor el lugar y el entorno más cercano como una alternativa de turismo atractiva y, además, responsable con el medioambiente.
En 2005, la OMT estableció los objetivos que marcan hoy el modelo de turismo sostenible más aceptado y que se basa en la viabilidad económica, la prosperidad local, la calidad del empleo, la equidad social, la satisfacción del visitante, el control local, el bienestar de la comunidad, la riqueza cultural, la integridad del ecosistema, la diversidad biológica, la eficiencia de los recursos y la pureza ambiental. Todo ello sin olvidar que la sostenibilidad empieza en el momento del propio viaje, apostando por una movilidad sostenible. ¿Cómo? A través de iniciativas destacadas como los vehículos eléctricos o los vuelos que incorporan combustibles sostenibles de aviación (SAF, por sus siglas en inglés). Estas son las mejores bazas para disfrutar de unas vacaciones más respetuosas con el entorno y con el planeta.
Hoy no es el día del Turismo Sostenible, ya que esa jornada tiene lugar cada 27 de septiembre, pero sigue siendo un buen día para concienciar a la comunidad internacional sobre el valor social, cultural, político y económico que tiene esta actividad, sin desdeñar que esta industria tiene un futuro que camina en paralelo a los mencionados ODS.
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