Martes, 25 de julio de 2023
Con la llegada del verano, contamos con impaciencia los días que restan para colgar ese cartel –real o metafórico– de “cerrado por vacaciones” y nuestra mente anticipa con entusiasmo todas las cosas que haremos –y que no haremos– durante ese breve pero necesario paréntesis. Sin embargo, en ocasiones caemos en una trampa: en nuestro día a día vivimos tan rodeados de estímulos digitales, tanto en el trabajo como en nuestro tiempo de ocio, que a menudo nos siguen también en nuestras vacaciones sin que ni siquiera seamos conscientes de ello. Un hábito casi inconsciente que puede frenar o ralentizar la llegada de ese estado de calma y pausa tan deseado. De hecho, una excesiva conexión puede tener consecuencias negativas en los niveles de estrés. Por la contra, según concluyen dos estudios científicos, con paseos de 20 minutos en entornos naturales o una semana de desconexión digital podremos mejorar nuestro bienestar y reducir la ansiedad: para desconectar de la rutina, también es importante hacerlo de la tecnología.
Una de las últimas tendencias de vacaciones que rompe con estos patrones y dinámicas guiados por los dispositivos digitales es el agroturismo. Esta forma de viajar se adentra en la naturaleza y explora el encanto de la vida rural, pero de una manera muy especial. Es una experiencia muy vivencial y sostenible en la que los sentidos se sumergen en los paisajes, en los colores del cielo y de los cultivos, etc.
Lo que diferencia esta modalidad del turismo rural convencional es que mientras que este último está diseñado con un enfoque esencialmente turístico, es decir, para conocer un destino a través de una exhaustiva oferta de ocio y de lugares que visitar y fotografiar, en el agroturismo esa dimensión es secundaria y sirve para complementar una experiencia más completa e inmersiva. Por eso, los lugares en los que se practica son fincas, granjas y otros emplazamientos dedicados fundamentalmente a actividades agropecuarias.
Una experiencia inmersiva
El agroturismo permite a los visitantes sumergirse en la vida de los lugares que visita y participar en las actividades locales a un nivel más profundo y auténtico. Es un turismo de proximidad y, por tanto, más sostenible y respetuoso con el entorno, que no se limita a pasar superficialmente por una serie de postales pintorescas o idílicas, sino que permite acercarse a la naturaleza. Cosechar, ayudar a construir un cobertizo, sacar a pastar a los animales, dar un paseo por el bosque, contemplar el amanecer, charlar con los lugareños o tomarse un vino en la taberna del pueblo forman parte de esa colección de experiencias que quedarán grabadas en la retina de quien las vive.
Esta especie de retorno a lo esencial, a las bases de la vida, también está muy vinculado con la sostenibilidad, con hacer un uso eficiente y razonable de los recursos de la naturaleza y de la energía que consumimos, y con una movilidad sostenible que no solo nos conduce por el mundo sin contaminar y sin resultar invasivos, sino que nos reconcilia con ese sentido de aventura que siempre ha llevado al ser humano a explorar el mundo.
Por ejemplo, el complejo del centro rural Fuente Alberche (Ávila) está construido siguiendo los principios de la arquitectura bioclimática, con materiales no contaminantes de productores cercanos, y se abastece gracias a la energía a sus placas solares, su molino eólico y su caldera de biomasa.
Pero este enfoque sostenible se extiende más allá de las paredes de los alojamientos, ya que el cuidado del entorno es un elemento esencial para estos enclaves. Como en la Casa Los Jabones (Ciudad Real), donde la atención artesanal de los olivares les recompensa con un delicioso aceite. Una visión que se niega a entender al visitante como un mero espectador: se busca su colaboración en actividades circulares como el cuidado de huertos, tal como proponen en el caserío Sarasola Zahar (Guipúzcoa), o incluso con la recogida de huevos, como animan en Can Fàbregas del Bosc (Barcelona). Y estos son solo algunos de los emplazamientos en los que es posible combinar el descanso con una forma más auténtica de disfrutar de la naturaleza.
Así es el agroturismo, una manera de disfrutar de las vacaciones que, además de ayudarnos a descansar, nos permite descubrir los productos que nacen en el mundo rural, de kilómetro cero, y nos enseña a respetar y escuchar los ritmos de los ecosistemas y nos anima a cuidar del medio ambiente.
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