
Los biocombustibles son un tipo de combustible renovable que proviene de materia orgánica. Poseen un nivel de emisiones netas de CO2 en su ciclo de vida significativamente inferior al de los combustibles fósiles tradicionales.
Los biocombustibles de segunda generación (2G) se producen a partir de residuos orgánicos, como aceites usados de cocina, deshechos agrícolas o ganaderos o biomasa forestal, entre otros.
En 2024 participamos en el inicio de la construcción de una nueva planta de biocombustibles 2G en el Parque Energético La Rábida, con una capacidad de producción de 500.000 toneladas flexibles de SAF (combustible sostenible para aviación) y diésel renovable HVO100. Con ella, se creará el mayor complejo industrial de biocombustibles de segunda generación del sur de Europa. Con su puesta en marcha tendremos una capacidad de producción de más de un millón y medio de toneladas de biocombustibles, que nos permitirá acelerar la descarbonización del transporte pesado terrestre, aéreo, marítimo y la industria.
Su carácter renovable hace que los biocombustibles 2G generen un nivel de emisiones netas de CO2 durante su ciclo de vida significativamente inferior al de los combustibles fósiles tradicionales (hasta un 90% menos). Algo muy beneficioso en sectores difíciles de electrificar como la industria o el transporte pesado terrestre, aéreo y marítimo.
Como son químicamente análogos a los combustibles fósiles empleados en los motores de vehículos, camiones, barcos y aviones actuales, pueden sustituirlos parcial o totalmente sin necesidad de realizar modificaciones. Esto hace que se puedan emplear desde ya, acelerando la transición energética.
Cuando se producen a partir de residuos orgánicos, les dan una segunda vida a estos desechos que, de otro modo, terminarían en vertederos. Esto los convierte en una solución energética sostenible con la que se fomenta la economía circular.
Son una alternativa a los combustibles fósiles tradicionales, como el petróleo y el gas, lo que permite diversificar las fuentes energéticas y, por tanto, contribuyen a incrementar la seguridad de suministro y la independencia energética estratégica de España y Europa.
Ya existen tecnologías maduras con las que llevar a cabo su producción y, en ciertos casos, se pueden reutilizar instalaciones industriales existentes, con ciertas modificaciones, para su fabricación.
Apostamos por el desarrollo de biocombustibles, una alternativa energética inmediata para alcanzar nuestros objetivos de descarbonización.
Los biocombustibles pueden reemplazar a los combustibles tradicionales tanto en su estado líquido (como sustitutos del diésel, la gasolina o el queroseno) como gaseoso (sustituyendo al gas natural o al GLP -gas licuado de petróleo-).
Y son un aliado sostenible en aquellos sectores de difícil electrificación como la aviación, el transporte pesado de mercancías por carretera o el transporte marítimo.
En España los biocombustibles se utilizan desde hace años en motores diésel y gasolina, mezclados con combustibles convencionales. La obligación de incorporación de biocombustibles en el conjunto del transporte rodado es de un 11,5% en 2025 y un 12% en 2026.
Se obtiene mediante procesos de transesterificación de aceites y grasas. Puede mezclarse en un amplio rango de porcentajes con el diésel. Actualmente, en España hasta un 7% en el transporte por carretera pudiendo emplearse hasta un 100% en el transporte marítimo. Lo más habitual es encontrarlo en mezclas al 30%.