Martes, 2 de julio de 2024
Tiene un eco algo cacofónico. La sílaba “re” se duplica como una imagen en un espejo. Reciclar las energías renovables. Los paneles solares o los aerogeneradores generan una gran cantidad de residuos. El adjetivo que zarandea la realidad procede de Adrián Larripa, profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra e ingeniero experto en el diseño de productos. Pocos lo saben. La vida útil de un panel solar y un aerogenerador oscila entre 25 y 30 años. No significa que se “apague” y deje de funcionar, sino que su rendimiento cae una media de entre el 6% y un 8%.
La regulación española está seccionada a la mitad. Un Real Decreto de 2015 determina que el fabricante de los paneles es el responsable de su reciclaje. En el caso de los aerogeneradores no existe ninguna normativa que exija la misma obligación a su desarrollador. “Hace falta una legislación que fuerce, es la única vía”, reconoce el docente. Tracemos cálculos al igual que Galileo hallaba órbitas. En 2050 habrá instalados 78 millones de paneles en el planeta, de los que diez estarán sobre suelo español. Cerca del 95% de los componentes son reciclables. Aluminio, silicio, plástico, vidrio.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) trabaja estos días en recuperar los materiales que componen las palas de las turbinas de los aerogeneradores. Un puzle de cientos de palabras. Por ahora, explica Ramón Murillo, investigador del Instituto de Carboquímica (ICB), del centro tecnológico, “la fibra de vidrio acumula entre el 60% y un 75% de la composición de la pala y es ahí donde se están dirigiendo los principales estudios”. Esas fibras se triturarán, como primer paso, en las propias instalaciones y, más tarde, es posible añadirlas al hormigón para hacer más consistentes las vías públicas o darle salida en la arquitectura urbana. Aunque hay que tener presente que el 100% —aclaran en el CSIC— resulta imposible de reutilizar. Pese a todo, las tasas son altas. Oscilan del 90% al 95%.
Sin duda, que a partir de esos 25 o 30 años concluyan su labor no significa que carezcan de rendimiento, sino que disminuye, como hemos visto, la potencia de media entre un 6% y el 8%. Quizá, pensando en los paneles, sea corta si se quiere sostener energéticamente una industria, pero resulta perfecta en el consumo de los hogares. Y también hay que tener presente la cuenta de resultados. Los costes de una gran instalación solar se cubren entre seis y ocho años, a partir de ese momento todo son beneficios. Por lo que esa existencia inicial —explica Massimo Maoret, profesor de Dirección Estratégica del IESE— se puede alargar hasta los 30 o 40 años. Además aparecerán nuevas placas que duren más tiempo y solo, vaticina, habrá que cambiarlas.
En esta visión se impone el optimismo. Aunque el tiempo pasa y los aerogeneradores, que empezaron a crear sus palas con madera de balsa (pesaban poco y giraban bajo el viento con facilidad), se han sofisticado tanto que cada año aparecen novedades en el mercado. Pronto, en 2030, se quitarán 5.700 molinos en Europa al año por estar obsoletos. Una ocasión para promocionar la reutilización o, también, la venta de segunda mano. Hay países que no pueden afrontar el coste de la última tecnología, pero podrían rotar sus aspas “usadas” perfectamente. Es una salida económica y medioambiental. “Hemos superado seis de los nueve límites planetarios y es necesario ir a un modelo de economía circular que supone devolver a la naturaleza lo que nos da. El reciclaje es clave y especialmente en sectores donde el desarrollo tecnológico resulta tan intenso. Los primeros molinos eólicos en el Estrecho de Gibraltar eran de 0,2 gigavatios hora (GWh) y ahora se están instalando aerogeneradores de más de diez Gigavatios. Hay que sustituir los antiguos por nuevos y ya existe toda una industria del reciclaje que permite, además de reducir impacto planetario, crear empleo y bienestar social”, reflexiona el economista José Carlos Diez.
De hecho, la Administración española creará en 2025 el centro EoLo-Hubs, cofinanciado con unos diez millones de euros por la Unión Europa, destinado a recuperar fibra de vidrio y carbono de las palas de los aerogeneradores que han llegado al final de su vida útil. Y, además, el Gobierno ayudará con 222 millones de euros a rejuvenecer instalaciones eólicas y minihidráulicas. El reciclaje, nunca mejor dicho, va por partes. “Las góndolas de los aerogeneradores son más sencillas de reutilizar porque es un sistema eléctrico y tienen elementos como, por ejemplo, el cobre que resulta muy fácil volver a darle vida”, indica Ramón Murillo. Los expertos prefieren el término reutilización a reciclaje. Los aerogeneradores incorporan una cantidad no muy elevada, pero importante, de las famosas tierras raras... “Recuperar y reaprovechar estos materiales será una estrategia básica”, describe Massimo Maoret.
Desde luego hay que empezar por el principio, cuando se encarga a un diseñador este tipo de productos se le suele exigir que el 85% sea reciclable, pero “ese debería ser un paso posterior, antes, hay que definir: cómo se va a posicionar en el mercado, su precio, su capacidad de autonomía”, desgrana el ingeniero de la Universidad de Navarra. En esta reflexión —coincide con otro experto en energía de una universidad barcelonesa: “Lo primero es legislar, fabricar y ensamblar los componentes de modo que sean aptos para el reciclaje”. Todos estos pasos llegan antes de ese 85%.
Estamos, además, en la alborada de este tipo de reciclaje como industria. Pues según las estimaciones del National Renewable Energy Laboratory (Laboratorio Nacional de Energía Renovables), con sede en Colorado, el valor de los materiales recuperados de los módulos fotovoltaicos, por sí solo, representa una industria con un potencial de 60 millones de dólares durante 2030, únicamente en Estados Unidos. Sí alargamos el tiempo y nos vamos hasta 2050, la cifra subiría a 2.000 millones de dólares (1.840 millones de euros). Además, el reciclaje de sistemas fotovoltaicos y de desechos de fabricación puede desviar recursos valiosos de vertederos y reducir la necesidad de extraer materiales vírgenes, como silicio, indio, plata, cobre y telurio. Sin olvidar que su recuperación también podría reducir los residuos y aliviar la necesidad de elementos críticos. Quedan las baterías, por ejemplo, que impulsan los coches. Están activas de ocho a diez años. Pero cuando llega su final comienza su principio. Hay elementos aprovechables y se pueden utilizar en un solar, en casas, habitaciones. La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma en soluciones.
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