Miércoles, 13 de julio de 2022
Espoleado por su admiración y respeto por la naturaleza, Javier de los Nietos estudió biología medioambiental en la Universidad Complutense de Madrid antes de que su vocación le llevase a dinamizar iniciativas locales agroecológicas de la Red Terrae, una entidad que promueve la sostenibilidad del medio rural. La recuperación del paisaje, la conservación de la biodiversidad agraria, la mejora de la calidad y soberanía alimentarias, y la creación de oportunidades de empleo rural vertebran hoy su carrera. Desde 2011, el biólogo dirige el ayuntamiento de El Boalo-Cerceda-Mataelpino, la región madrileña en la que nació en 1978. Un municipio que se ha convertido en todo un referente de sostenibilidad a nivel nacional gracias a las iniciativas de compostaje orgánico y recogida de basuras puerta a puerta o de impulso de la convivencia de los niños con la naturaleza en las escuelas. Estos proyectos le han llevado a ganar, entre otros, reconocimientos, el Premio Nacional Cultura Viva a la Economía Circular y Residuo Cero o el Premio Conama a la Sostenibilidad. Hablamos con él para saber cómo se ha articulado la estrategia y cuáles son sus planes de futuro.
El municipio de El Boalo, que cuenta con 8.200 habitantes, ha conseguido convertirse en ejemplo de sostenibilidad. Hay quien dirá que ha sido gracias a que se trata de una población reducida. ¿Hasta qué punto influye el número de habitantes?
Influye bastante: que los agentes protagonistas se conozcan es esencial para tejer los cambios. No es lo mismo que una empresa o una campaña de comunicación impulse nuevas rutinas y actitudes o promueva actividades, a que una persona que todos conocen y con la que mantienen una relación personal, promueva esos cambios. Esto afecta al propio gobierno municipal –que son personas conocidas por todos sus vecinos– y también a las direcciones de los centros escolares.
Desde el ayuntamiento apuestan por el biocompostaje, la separación de biorresiduos y el reciclaje, hábleme de estas prácticas. Creo que el ayuntamiento incluso facilita a los vecinos máquinas individuales de compostaje.
Eso es. Hay que decir que el proceso de compostaje es natural, no se realiza con ningún tipo de máquina. Un compostador no es más que un contenedor donde depositamos los biorresiduos del hogar al que vamos a sumar un estructurante (podas, césped o triturados de madera como las astillas), que permite que haya un mayor porcentaje de aire en esa composición. Asimismo, regulamos la humedad, de manera que la temperatura del proceso sea muy alta y haya una higienización del producto para eliminar los agentes patógenos y las semillas que puede haber en ese compost final. De esta forma estamos transformando la materia orgánica de los residuos de nuestras viviendas en alimento para el suelo. Devolvemos a la tierra lo que nos dio para que nos vuelva a alimentar en un ciclo de economía circular. Lo que hace el ayuntamiento es facilitar esos contenedores y la formación a las familias para que hagan ese proceso con total garantía, acompañándolas durante los seis primeros meses y aclarando sus dudas. Y es que, uno de los primeros pasos para ser sostenible es trabajar con las familias.
¿Y por lo que respecta a los biorresiduos y el reciclaje?
En estos proyectos piloto que afectan a barrios o familias concretas damos soluciones técnicas. Por ejemplo, hemos detectado que hay zonas en las que el camión de la basura tiene dificultades de acceso o no hay espacio para colocar contenedores en la calle. Lo que hacemos es una recogida puerta a puerta de los residuos, algo que ya se hacía en el norte de España y que nosotros ofrecemos a nuestros vecindarios de manera gratuita. Además, gratificamos con una bonificación en la tasa de basura a quienes mantengan su compromiso con la sostenibilidad.
En vuestra estrategia para ser sostenibles hay desde servicios casi individualizados –como la recogida de basura puerta a puerta que acabas de comentar– hasta el uso inteligente de la tecnología, pasando por iniciativas imaginativas como el empleo de un rebaño municipal para limpiar los rastrojos. ¿Qué papel juega la innovación en esta transformación?
Cumple un papel total. Al final, para que la gente cambie su rutina, su inercia del día a día, necesita ser atraída por un proyecto que les motive y les convenza. Y para esto la innovación es esencial: tiene que ser determinada o condicionada por la imaginación. Por ejemplo, para alcanzar la economía circular hemos recurrido a los saberes populares y tradicionales, que en un municipio rural son básicos y necesarios. No queremos que la gente deje de escuchar a los cencerros, que los niños dejen de saber de dónde salen los huevos o que la gente deje de saber de dónde sale la leche. Y para eso es necesario mantener algunas actividades, aunque nos cueste dinero, esfuerzo humano o un trabajo adicional. Son cosas que hay que mantener, porque si perdemos nuestra identidad cultural como pueblo dejaremos de ser una zona rural para convertirnos en una zona residencial, como cualquier otro barrio de la periferia de Madrid.
Gran parte de estas acciones requieren la participación activa de la ciudadanía, ¿de qué manera se ha conseguido contar con el compromiso de los vecinos?
Hay un porcentaje de resistencia que va a estar ahí siempre. Contamos con ello, pero trabajamos en el ámbito de las familias y los centros escolares: creemos que son la palanca de cambio del futuro. Tratamos de que la infancia sea partícipe de los cambios que queremos generar como sociedad en el futuro. Queremos tenderles la mano y contar con ellos para conseguirlo.
La población más joven juega un papel fundamental en la transición ecológica. ¿Qué iniciativas se han llevado a cabo en los institutos de El Boalo? ¿Cuál es el papel de la educación ambiental en este aspecto?
Nosotros invertimos a todos los niveles. Dentro de los centros públicos, contratamos un servicio de educación medioambiental que está en contacto con todos los centros del municipio –que son tres, con tres direcciones diferentes– ofreciéndoles esa educación y formación transversal, porque la educación medioambiental tiene que ser algo transversal en el currículum pedagógico. Cuando contratamos personal de refuerzo de administraciones públicas, intentamos que sean personas en desempleo, para que tengan la oportunidad de integrarse dentro de las plantillas de los centros educativos. Así están mucho más motivados, lo que permite promover actividades como la Semana del cambio climático en los centros. Hemos conseguido que el alumnado de centros de secundaria haya podido participar como invitados en la COP de Madrid en 2019. Para nosotros, son pequeños hitos, los hemos acompañado a cumbres y congresos europeos, y estas son cosas que no se olvidan. Para algunos es su primer vuelo, su primer viaje, además de una experiencia extraordinaria. Y lo que les ha llevado a ese tipo de experiencias que no van a olvidar es un proyecto de sostenibilidad, reflexionar sobre el futuro del planeta y hacia dónde podemos colaborar todos para construir un futuro mejor. No sé si marcará la trayectoria profesional de estos alumnos, pero desde luego sí su actitud como ciudadanos responsables de esta sociedad.
¿Qué estrategias se han seguido para fomentar la economía circular? ¿Cuál cree que es la clave para alcanzar los residuos cero?
Lo primero es la percepción, y para ello hay que trabajar los hábitos de consumo, reducir la producción de residuos, reutilizar y reparar. A partir de ahí podemos hablar de tratamiento, compostaje, etc. La reutilización es básica, vender y comprar productos de segunda mano es algo que ahora está de moda, pero que nosotros llevamos haciendo cinco años a través de una ‘app’. Cualquier vecino puede traer objetos para que otros vecinos puedan darles otros usos o prolongar su vida útil. Queremos ampliar este servicio con un taller de reparación, para que el vecindario pueda reparar sus utensilios y alargar la vida de su uso. El objetivo es concienciar para que no seamos una sociedad de usar y tirar, de economía lineal y consumista.
Una de las iniciativas fruto de los presupuestos participativos es el impulso a la movilidad sostenible. De hecho, recientemente se instaló un nuevo punto de recarga para vehículos eléctricos. ¿Cuál ha sido la acogida por parte de los vecinos?
En cuanto al tipo de coche estamos satisfechos, pero tenemos que trabajar más para promover su uso compartido. Es cierto que la posibilidad de compartir coche ha tenido el hándicap de la pandemia, que requería distancia, mascarillas… Pero estamos avanzando, los vecinos son cada vez más conscientes del ahorro en tiempo y combustible que supone esta práctica. En el municipio tenemos instalados cinco puntos de recarga para coches eléctricos, además de que el Ayuntamiento ofrece una bonificación en el impuesto de circulación en vehículos de tracción mecánica para aquellos coches eléctricos o híbridos. Esto ha motivado bastante a los vecinos a cambiar de tipo de vehículo, unido a los “planes Moves” nacionales, que ofrecen bonificaciones a quienes opten por este tipo de vehículos. Pero todavía somos muy individualistas en el uso del transporte. La gente cambia a coches más sostenibles, pero no termina de modificar su uso.
De entre todas las iniciativas que ha impulsado, ¿de cuál se siente especialmente orgulloso?
Me siento orgulloso de la respuesta de nuestro vecindario, porque los proyectos que hemos impulsado podían no haber tenido ningún calado social. Sin embargo, hemos encontrado una respuesta muy positiva y muy comprometida que ha hecho crecer el proyecto dentro y fuera del municipio. Por eso no puedo destacar uno solo, hablamos de economía circular, de un ciclo virtuoso en el que todas las piezas son imprescindibles e importantes, que hacen que el proyecto funcione y que sea coherente. Ahora hay que añadir más piezas a ese puzle para que el proyecto sea cada vez más sostenible.
El turismo que recibe El Boalo, Cerceda y Mataelpino, ¿también es sostenible?
Como presidente de Adesgam, la Asociación de Desarrollo Sierra de Guadarrama que une a catorce ayuntamientos del Parque Nacional para desarrollar proyectos de compostaje o de movilidad, puedo decir que estamos inmersos en un proyecto Civis europeo importantísimo de neutralidad de emisiones de carbono. Estamos compensando el 100% de las emisiones que se puedan producir por la visita del turismo a nuestro destino con proyectos de cooperación internacional. Así que somos capaces de garantizar que todas las visitas a nuestros destinos turísticos del Parque Nacional de Guadarrama generan cero emisiones de carbono porque se compensan.
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