Martes, 4 de febrero de 2025
Apenas dos décadas separan el primer viaje en tren de la historia de la puesta en marcha del ferrocarril en nuestro país. Teniendo en cuenta que este medio de transporte se inventó —al menos tal y como lo conocemos hoy— en el siglo XIX, se puede afirmar que España ha estado vinculada a su desarrollo casi desde el principio. Concretamente, fue la línea Barcelona-Mataró la primera en funcionar allá por el año 1848 y, desde entonces, han sido numerosos los hitos que nos han convertido en una de las potencias internacionales en esta materia.
Por número total de kilómetros de vía, los países más extensos y poblados del mundo dominan los primeros puestos del ranking —Estados Unidos, China, Rusia, Canadá o India—, pero la cosa cambia cuando se atiende al despliegue de vías de alta velocidad. Es en este tipo de ferrocarril, donde España se sitúa únicamente por detrás del gigante asiático con más de 4.500 kilómetros (entre la infraestructura construida, que asciende en estos momentos a 3.973,7 kilómetros, y la proyectada), según datos de Adif y la Unión Internacional de Ferrocarriles. Para tener una referencia, Estados Unidos cuenta con menos de 1.300 kilómetros de alta velocidad y Rusia ni siquiera aparece en las primeras 15 posiciones.
Y es que el primer viaje en AVE —siglas de Alta Velocidad Española— tuvo lugar hace más de 30 años, en aquel mítico año 1992, cuando se unieron las ciudades de Madrid y Sevilla con motivo de la Expo. A este trayecto se han ido sumando otros muchos hasta configurar la actual red nacional. Toda esta experiencia y know-how también nos ha convertido en un país exportador de tecnología. Un buen ejemplo de ello es el conocido como Tren del desierto, donde un consorcio internacional público-privado, liderado por las firmas españolas ADIF y Renfe Operadora, ha sido el encargado de poner en marcha el Haramain High Speed Railway, que une La Meca y Medina, ambas ciudades ubicadas en Arabia Saudí.
Pero el tren no solo desplaza viajeros. En lo que se refiere al transporte de mercancías, el ferrocarril tiene un peso aproximadamente del 17% en el transporte interno de mercancías de la UE, según Eurostat, mientras que la carretera representa más del 77% del sector. A nivel comunitario, la UE en su conjunto se ha propuesto aumentar un 50% el transporte de mercancías por ferrocarril para 2030 y duplicar la cifra para 2050 con el objetivo de contribuir a la descarbonización. ¿Por qué? Esto es debido a que únicamente el 0,4% de las emisiones de gases de efecto invernadero y 1,9% del consumo energético del transporte de la UE proceden de este medio de transporte.
Hidrógeno, biocombustibles… tecnología limpia en el transporte
Ante estos objetivos, cabe preguntarse si todos los trenes cuentan con una tecnología más sostenible para desplazarse y, desgraciadamente, la respuesta es negativa, aunque ya existen iniciativas para avanzar en este sentido que van más allá de la electrificación.
Un primer ejemplo de ferrocarril impulsado por energía sostenible no eléctrica tuvo lugar en noviembre de 2023, cuando una alianza entre Moeve, Maersk y Renfe sirvió para completar con éxito la primera prueba en España de combustibles renovables en el transporte ferroviario. Así, durante 15 semanas, las locomotoras utilizaron más de 130 toneladas de HVO (diésel renovable) para realizar cien trayectos entre Algeciras y Córdoba, uno de los tramos nacionales no electrificados. Esta iniciativa permitió transportar de manera sostenible más de 4.700 contenedores y evitar la emisión de cerca de 500 toneladas de CO2. Según aseguran las firmas implicadas en la prueba, los resultados fueron satisfactorios, demostrando un rendimiento óptimo de los motores.
La clave de esta prueba reside en que el biocombustible de segunda generación utilizado, producido por Moeve en su parque energético de La Rábida (Huelva) a partir de aceites usados de cocina, puede reducir hasta en un 90% las emisiones de dióxido de carbono en comparación con los combustibles tradicionales, en todo su ciclo de vida. Desde la compañía energética concretan que “este tipo de combustible fomenta la economía circular al aprovechar residuos que de otro modo terminarían en vertederos”.
Otro ejemplo de propulsión renovable llegó un año más tarde. En este caso, el protagonista es el hidrógeno, ya que Adif ha confirmado que el proyecto FCH2RAIL ha permitido la circulación del primer tren de hidrógeno en las redes ferroviarias española y portuguesa. Durante cuatro años, un consorcio liderado por CAF, DLR, Toyota, Renfe, Adif, CNH2, IP y Stemmann-Technik ha desarrollado un tren bimodal con pilas de combustible de hidrógeno, capaz de operar tanto en líneas electrificadas como no electrificadas. Con un presupuesto de 14 millones de euros, financiado en un 70% por fondos europeos, el proyecto ha demostrado la viabilidad de esta tecnología alternativa al diésel.
Estas y otras alianzas revelan el poder que aún hoy tiene el ferrocarril como símbolo de progreso en todo el mundo, también en nuestro país. Este medio de transporte avanza hacia un horizonte donde la sostenibilidad y la innovación serán los motores del cambio, consolidando la posición de España como líder en alta velocidad y convirtiéndonos en prescriptores de sostenibilidad. La locomotora ya ha arrancado, pilotada por iniciativas como el uso de biocombustibles renovables y los avances en hidrógeno, proyectos y pruebas que demuestran el compromiso medioambiental del tren.
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