Jueves, 6 de febrero de 2025
La movilidad personal está evolucionando para reducir emisiones y cumplir con la legislación vigente, lo que lleva a una amplia variedad de soluciones. En zonas urbanas muchas personas optan por la bicicleta, el transporte público o el coche compartido, e incluso eligen evitar el desplazamiento. Sin embargo, estas alternativas no siempre son viables, por ejemplo, en áreas rurales con escasa oferta de transporte público o cuando el clima dificulta el uso de la bicicleta. Además, la necesidad de desplazarse por motivos laborales o personales sigue siendo una realidad ineludible para muchas personas. Por esta razón, el vehículo privado continúa desempeñando un papel esencial en la movilidad de una parte significativa de la población.
Entre las diferentes fórmulas que simultáneamente están contribuyendo a reducir las emisiones procedentes de los vehículos privados, hay que prestar atención a tres muy concretas: el establecimiento de Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) en las grandes ciudades, el etiquetado de la Dirección General de Tráfico (DGT) y las investigaciones y avances tecnológicos del sector automovilístico que están sirviendo para poner a disposición de los usuarios motores cada vez más sostenibles y eficientes energéticamente.
El razonamiento de las legislaciones europeas y nacionales es el siguiente: si en las ciudades se concentra el mayor volumen de desplazamientos en vehículo privado, es necesario reducirlo para descarbonizar. O, mejor aún, si acceden al centro de las ciudades menos coches y, además, su tecnología permite que sean más sostenibles, el problema podría desaparecer. Así que, bajo esta premisa, aumentaron en un 40% el número de ZBE en Europa entre los años 2019 y 2022, según la campaña europea CleanCities. De hecho, para este 2025 se espera que haya en funcionamiento un total de 507 en todo el Viejo Continente.
Algunos Estados miembros como Francia, Polonia y España han puesto en vigor leyes nacionales que obligan o apoyan la adopción de este sistema. Concretamente, desde 2023, en nuestro país todas las ciudades españolas con más de 50.000 habitantes están obligadas a implementar su ZBE, siguiendo las directrices del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Además de las pioneras Vitoria-Gasteiz, Valladolid, Zaragoza, Valencia y Sevilla, las dos más relevantes por su alcance han sido las ZBE de Madrid y Barcelona.
En la capital, se restringe el acceso y la circulación de vehículos que no tengan distintivo o etiqueta ambiental de la DGT. Si bien la primera estrategia que incluyó una ZBE —Madrid Central— arrancó en 2018, el sistema ha sufrido diferentes modificaciones hasta la denominación actual: Madrid 360. Esta afecta a los 21 distritos de la ciudad, con dos Zonas de Bajas Emisiones de Especial Protección: Distrito Centro y Plaza Elíptica, donde las restricciones son más estrictas. Desde 2022, los vehículos sin etiqueta no pueden circular por el interior de la M-30 y desde 2023 tampoco por la propia M-30. La medida busca cumplir con los límites de dióxido de nitrógeno establecidos por la normativa comunitaria y nacional para mejorar la calidad del aire. Eso sí, existen regímenes transitorios para facilitar la adaptación de los ciudadanos, como el periodo de aviso que permanecerá vigente durante todo este año.
Por su parte, en la Ciudad Condal la actual ZBE permanece activa desde 2020, abarca más de 95 kilómetros cuadrados, incluyendo la propia Barcelona, pero también algunos municipios cercanos. Restringe la circulación de vehículos sin distintivo ambiental de la DGT de lunes a viernes, de 7:00 a 20:00 horas, con el objetivo de mejorar la calidad del aire. Las restricciones afectan a turismos de gasolina anteriores a 2000, diésel anteriores a los años 2005 y 2006, motocicletas anteriores a 2003, y vehículos comerciales y de transporte colectivo anteriores a 2006 y 2007. Hay dos excepciones: las rondas de Dalt y Litoral están exentas de estas restricciones.
¿Cuántas etiquetas de la DGT hay?
Para que estas y otras ZBE funcionen es necesario conocer las emisiones de los vehículos y así poder restringir o permitir su acceso al interior de las ciudades. En nuestro país, la encargada de clasificarlos ha sido la DGT con su sistema de distintivos ambientales, conocidos como etiquetas o pegatinas, ya que se adhieren al vehículo para su visualización.
Concretamente, existen cuatro tipos, diseñadas para identificar fácilmente a los vehículos en función de su eficiencia y emisiones. Comenzando por aquellos con mayores restricciones, habría que citar en primer lugar la etiqueta A (roja, en el sistema semafórico). Sin embargo, esta no existe físicamente, por esta razón los vehículos así clasificados se conocen como “sin etiqueta”. Son los que más emisiones tienen.
Los otros cuatro distintivos son los siguientes:
Para adaptarse a estos distintivos y las propias restricciones urbanas, los fabricantes de automóviles han desarrollado una amplia variedad de tecnologías que van más allá de la mera electrificación. A grandes rasgos, el usuario puede encontrar los siguientes motores:
¿Qué podemos (y debemos) hacer los ciudadanos?
Ante el número creciente de ZBE, el uso obligatorio de etiquetas ambientales y la apuesta del mercado por diversificar los tipos de motores, la población se encuentra ante una amplia panoplia de opciones. Por esta razón, tanto las instituciones europeas y los Gobiernos nacionales, como los expertos en la materia, recomiendan entender, en primer lugar, la urgencia del cambio de mentalidad para asegurar un futuro sostenible. A partir de ahí, toca repensar cómo nos movemos para adaptarnos a las normativas. Entre los consejos habituales, se encuentran los siguientes:
Con las herramientas y el conocimiento adecuados, se pueden tomar decisiones más conscientes y contribuir a un futuro más limpio.
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