Martes, 24 de septiembre de 2024
Durante décadas, las mujeres científicas han estado relegadas a trabajar en la sombra o ser “la mujer de”, como fue el caso de Marie Curie o Mileva Maric. Esta invisibilización se conoce como el Efecto Matilda. Sin embargo, en los últimos años la perspectiva sobre la mujer investigadora ha cambiado por completo, y cada vez son más mujeres y niñas las que se deciden a reducir la brecha de género presente en la ciencia, particularmente en las disciplinas STEM (las siglas en inglés para referirse a “ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas”).
Según el estudio Científicas en cifras presentado en 2023 por el Ministerio de Ciencia e Innovación, el porcentaje de mujeres en la investigación ya supone un 42% del total, una cifra que va en aumento, y la proporción de mujeres crece conforme lo hace la carrera investigadora. En España, según indican los datos del informe Voces científicas en femenino de Equipo Europa, en la I+D+i la tasa de empleo femenino ha ido avanzando desde 2018, con un porcentaje que llega al 35%. Este cambio positivo ha sido posible gracias a tres factores fundamentales: la motivación, la reivindicación de referentes y las políticas de género.
El trabajo de motivación con las niñas es imprescindible para dar paso a las futuras científicas. Por ello, una de las prioridades para seguir avanzando es hacer ver a las niñas que tienen la misma capacidad que sus compañeros. Fomentar las actividades extraescolares que tienen que ver con las disciplinas STEM o concienciar y formar a las familias y el profesorado son algunas de las cosas que se pueden hacer, pero quizá lo más importante es reivindicar nuevos referentes para que las niñas quieran ser investigadoras.
Hasta hace poco, muchas mujeres científicas han sido relegadas durante la historia. Hoy en día sabemos que muchas de ellas fueron coautoras de investigaciones que implicaron grandes avances de la ciencia. Rescatar a estas científicas “olvidadas” es tan importante como resaltar la figura de investigadoras actuales que puedan convertirse en un modelo a seguir para las niñas y acabar con el efecto Matilda. Por ejemplo, Mayim Bialik, que además de interpretar a la divertida científica Amy en The Big Bang Theory es investigadora de neurociencia, o la bióloga Sara García Alonso, primera mujer española en ser seleccionada por la Agencia Espacial Europea para su reserva de astronautas, y que en la actualidad imparte charlas de divulgación científica en colegios e institutos.
Con todo, aún queda mucho trabajo por hacer. Según un informe elaborado recientemente por Esade, la presencia femenina en las ramas científico-técnicas se empieza a reducir desde el bachillerato. Cuando llega la hora de matricularse en estudios superiores, la presencia femenina vuelve a descender en algunos grados determinados, como Telecomunicaciones, con un 23%, o Informática, con un 13%. Algo similar sucede en la Formación Profesional, donde el número de alumnas en los ciclos STEM no llega al 7%.
¿Qué podemos hacer para mejorar estas cifras? La respuesta es unívoca y firme: políticas de igualdad de género que no dejen a nadie atrás tanto en el entorno académico como en el laboral. Fomentar un entorno de trabajo inclusivo y que tenga en cuenta la perspectiva de género hace que, cada día que pasa, las mujeres en las disciplinas STEM estén más cerca de llegar a aquello de… “hasta el infinito y más allá”.
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