Jueves, 20 de abril de 2023
El vehículo eléctrico ha llegado para quedarse, o al menos esa es la intención de gran parte de los actores vinculados con la movilidad con el objetivo de frenar las emisiones de CO2 y el cambio climático. En la UE, a partir de 2035 dejarán de venderse coches que funcionen exclusivamente con combustibles fósiles, lo que derivará en un importante aumento en la venta de vehículos electrificados. Si la carga de estos automóviles se realiza con energía verde, el combo sostenible será casi total. Sin embargo, aún hay un aspecto que impide cerrar el círculo verde de la movilidad: qué hacer con las baterías cuando dejan de funcionar.
Si se desechan sin más, la industria del automóvil estaría eliminando la emisión de gases para generar un nuevo problema: los residuos de las baterías. Pero, ¿no pueden reciclarse? Aunque la respuesta sea afirmativa, el problema reside en la dificultad de separar los materiales y en el alto coste que supone. Las baterías de los coches eléctricos actuales están compuestas, entre otros materiales, de litio, níquel, cobalto y grafito. Actualmente, separar estos materiales para reciclarlos o reutilizarlos resulta demasiado costoso por la gran cantidad de energía que demandan los procesos, además de que suelen requerir mucho tiempo.
“La complejidad de las baterías de iones de litio dificulta en gran medida el establecimiento de un procedimiento de reciclaje sólido y genérico”, concluye el informe Reciclado de baterías de iones de litio de vehículos eléctricos de la Plataforma Tecnológica Española de Eficiencia Energética. Es decir, cada fabricante de vehículos tiene su forma de ensamblar los diferentes materiales, lo que impide establecer una única forma de reciclaje. Además, se trata de un campo “en constante cambio y desarrollo” por lo que las baterías que empiecen a comercializarse en cinco, diez o quince años “pueden diferir bastante de las que se ponen en el mercado actualmente porque las técnicas de reciclado deben ir adaptándose con los tiempos”. Pese a estas barreras, el reciclaje es ineludible, al menos para cumplir la normativa de la UE que, desde 2024 y de manera progresiva, obligará a los fabricantes de coches a recuperar los materiales de las baterías. Así, cada vez surgen más iniciativas, procesos y tecnologías que tratan de cambiar el paradigma y consolidar un reciclaje eficaz y rentable.
Del robot para desmontar las baterías a los ultrasonidos
La Universidad de Adger (Noruega), por ejemplo, ha querido dar respuesta a la tarea de separar los materiales y ha desarrollado un robot capaz de desmontar las baterías de una manera más fácil y eficiente, lo queagiliza el proceso y ofrece una solución al problema de la estandarización, ya que trabaja con 300 tipos de baterías diferentes.
También al norte de Europa, esta vez en la Institución Faraday de la Universidad de Leicester y la de Birmingham, una investigación ha dado como resultado una nueva forma de reciclaje. Hoy día existen dos técnicas para recuperar materiales: la hidrometalurgia —por disolución— y la pirometalurgía —por fundición—. Pero en la institución han encontrado una tercera vía: los ultrasonidos. La investigación ha concluido que el ultrasonido es cien veces más rápido, más ecológico y recupera los materiales con mayor pureza, lo que amplía las posibilidades de su reciclaje.
En Estados Unidos apuntan a los tanques de flotación como posible solución. Los científicos del Centro ReCell han logrado separar los materiales utilizando una técnica similar a la que usaba la industria de la minería: un tanque de flotación con espuma ha conseguido recuperarlos con un 95% de pureza. Los elementos que repelen el agua flotan y los que la absorben, se hunden.
El robot de la Universidad de Adger ha sido posible gracias a la financiación europea; el centro ReCell está financiado por el Departamento de Energía de EEUU, y las gigafactorías (las fábricas de baterías con una capacidad de producción superior a un gigavatio por hora) empiezan a abrir sus puertas en Europa y América. Estos tres datos dan cuenta de que hay una industria en ciernes alrededor del reciclaje de baterías. La economía circular abre las posibilidades a una nueva área económica que tiene el futuro muy cerca. Marcas y Gobiernos lo saben, por eso Suecia, Alemania, Polonia y España albergarán en los próximos años fábricas dedicadas a producir y reciclar baterías de coches eléctricos.
Sentar las bases para una industria de reciclaje implica no solo ventajas medioambientales, sino también eliminar el riesgo geopolítico de depender de materiales de terceros países, generar empleo en un campo aún por explorar y abaratar el coste de los vehículos gracias a la reutilización de materiales. Además, la investigación en la industria del reciclaje de baterías también permitirá descubrir nuevas formas de reutilización, dándoles una segunda vida útil antes de ser desechadas. Un ejemplo es el estadio Johan Cruijff de Ámsterdam, el campo de fútbol del Ajax, donde un sistema de almacenamiento de energía compuesto por baterías usadas de vehículos eléctricos ilumina partidos, eventos y conciertos desde 2018. Otro indicativo de cómo la ciencia y la creatividad, junto con el esfuerzo y la conciencia ambiental (y pese a los baches inesperados), siempre encuentran nuevas formas de cerrar el círculo.
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