Miércoles, 29 de junio de 2022
Con alrededor 2500 horas equivalentes de sol al año, España es uno de los países más soleados de Europa, compitiendo con Turquía, Italia, Grecia, Francia y Portugal. Un factor que contempla el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 que prevé para finales de esta década una potencia total instalada en el sector eléctrico de 161 GW, de los que 39 GW serán de solar fotovoltaica.
Una visión que recientemente se ha reforzado con el plan REPower EU, que tiene como objetivo dejar de depender de los combustibles fósiles de Rusia lo antes posible por medio del empleo de energías limpias. ¿Cómo? Aumentando el objetivo principal para 2030 en materia de renovables del 40% al 45%, lo que obligaría a duplicar la capacidad solar fotovoltaica hasta 2025 e instalar 600 GW hasta 2030 en la Unión Europea, entre otras medidas.
Este ambicioso y necesario despliegue requiere de una elevada demanda de grandes extensiones de terreno (cada megavatio de potencia fotovoltaica requiere entre dos y tres hectáreas de terreno) llano, sin sombra y con un tendido eléctrico próximo para evacuar la energía generada a la red. Unas condiciones que hacen que el lugar propicio para su instalación sea el suelo rústico, lo que, en ocasiones, ha llevado a pensar en una posible reducción del espacio para el aprovechamiento agrícola. Sin embargo, según los cálculos de un informe publicado por la revista científica Nature, solo sería necesario emplear un 1% de los terrenos cultivables para compensar la demanda mundial de energía.
Además, la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) afirma que, tras su instalación, las plantas fotovoltaicas dejan libre un 90% del terreno en el que se ubican, lo que hace posible integrar en un mismo espacio la producción de energía eléctrica renovable con actividades como el cultivo, la ganadería y otras iniciativas que permitan proteger la biodiversidad del entorno.
Es lo que se conoce como agrovoltaica. Pero esta técnica no es nueva. Fue concebida originalmente por los científicos Adolf Goetzberger y Armin Zastrow, que en 1981 ya contemplaban la necesidad de hacer un uso más racional y eficiente de los terrenos en los que se instalaban las plantas fotovoltaicas; especialmente en lugares con exceso de insolación y déficit hídrico. Desde entonces, varios estudios han mostrado los beneficios del uso combinado del espacio, basados principalmente en el aprovechamiento de la sombra que generan los paneles.
Los resultados del informe de la revista Nature confirman que los módulos fotovoltaicos influyen en los niveles de insolación, la temperatura del aire, la velocidad del viento y la humedad relativa, favoreciendo determinados cultivos. Además, los paneles generan una mayor protección ante inclemencias meteorológicas como el granizo, las heladas o las sequías, ya que una reducción en las cargas de viento y la radiación solar puede contribuir a un menor consumo de agua.
Un sistema que también repercute en un aumento de la eficiencia de la producción de energía. “Los paneles solares son inherentemente sensibles a la temperatura: a medida que se calientan, su eficiencia disminuye. El cultivo de ciertas especies bajo los paneles fotovoltaicos permitió a los investigadores reducir la temperatura de los paneles”, señala el documento.
Por otro lado, y dando un paso más allá, el concepto evoluciona a la biogrovoltaica, que asegura que las prácticas agrícolas que conviven con los módulos fotovoltaicos son sostenibles y contribuyen a la reducción de la huella de CO2, tales como: uso de sistemas de riego con uso de agua reducida (goteo o infiltración), empleo de la propia energía solar para alimentar las bombas de agua, reducción del empleo de tractores diésel para las labores de labrado, etc.
Ovejas para mantener placas solares
Junto con el cultivo de ciertas frutas y hortalizas, en los últimos años también se ha popularizado el denominado pastoreo solar, es decir, emplear rebaños de animales herbívoros de granja —habitualmente ovejas— para el cuidado del terreno sobre el que se instalan los módulos fotovoltaicos. ¿Cuáles son sus beneficios? Se reducen los costes de mantenimiento de las instalaciones, se elimina el impacto medioambiental asociado a los métodos habituales para erradicar las malas hierbas, la vegetación sirve como alimento para los animales y se genera una fuente económica adicional para las granjas y ganaderos.
Otro efecto positivo de la agrovoltaica es la conservación de poblaciones de abejas y otras especies polinizadoras, cuya conservación resulta crucial para preservar la biodiversidad y los ecosistemas. Un estudio llevado a cabo en una planta situada en el suroeste de Oregon (Estados Unidos) demostró que las áreas totalmente sombreadas atraen a un número similar de insectos, aunque estos suelen ser de más tipos, y el número aumentaba en las zonas de sombra parcial en relación con las parcelas de pleno sol.
En definitiva, la simbiosis entre los módulos fotovoltaicos y el sector agrícola permite obtener una mayor rentabilidad en un menor espacio, al tiempo que se conserva el medio ambiente. De este modo, la agrovoltaica se convierte en un actor clave para la expansión de la energía solar y, en consecuencia, para la descarbonización de la economía, la transición energética y la consecución de los objetivos del plan REPower EU.
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