Jueves, 2 de marzo de 2023
La comunidad científica insta a gobiernos, sociedades civiles y empresas a combinar sus esfuerzos para revertir drásticamente las emisiones de CO2 a la atmósfera a lo largo de esta década, y evitar así que el calentamiento del planeta supere los 2 grados centígrados en el ecuador del siglo. En este tránsito hacia la sostenibilidad, el hidrógeno empieza a hacerse un hueco dentro del orden de prioridades que pretende retrasar el reloj del cambio climático.
No solo por ser el elemento más abundante del universo, sino por ser limpio, versátil y, sobre todo, energéticamente eficiente. Aun así, ha seguido hasta ahora una trayectoria irregular, llena de barreras, que ha dificultado su adopción como fuente renovable estratégica. Esta tendencia, no obstante, comienza a revertir. La eclosión de tecnología con unos elevados estándares de descarbonización ha estimulado la concepción de que el hidrógeno es comercialmente viable y que su contribución a la causa climática resulta indispensable para certificar las emisiones netas cero en 2050.
Hasta un billón de dólares en inversiones se han liberado ya para impulsar sus distintas variantes industriales. El verde, logrado por generación de energías limpias, electrólisis y gases renovables; el gris -y su uso por combustión de origen fósil- el azul, que captura el CO2, pero que se gesta con materiales fósiles, a los que se ha unido recientemente el rosa, que utiliza energía de origen nuclear.
Los cálculos de Agencia Internacional de la Energía Renovable (Irena, según sus siglas en inglés) anticipan que el hidrógeno podría alcanzar el 12% del mix energético global en 2050 y auguran que será la fuente con la que las futuras naciones productoras de recursos energéticos y las majors del sector abanderarán sus reconversiones sostenibles. También precisan que el hidrógeno limpio se ha convertido en una alternativa adoptada -a impulsos regulatorios y financieros-, por cada vez más países y empresas, inmersos en una carrera tecnológica en la que su vertiente verde “se ha erigido en uno de los antídotos con los que descarbonizar los segmentos productivos más contaminantes de sus economías”.
No es la solución única. Pero tampoco se podría diseñar un mix energético con más del 70% de fuentes renovables sin la aportación del hidrógeno, dicen los expertos. No por casualidad, pues, Alemania, con una de las ratios de dependencia fósil más intensas de Europa, se acaba de unir al corredor europeo del hidrógeno H2Med junto a España, Francia y Portugal, que pretende estar operativo en 2030.
El momento es crucial. Esencialmente, porque 2022 ha sido el verdadero Año 1 de la Neutralidad Energética. Por primera vez en la historia, las inversiones en renovables se equipararon a las que absorbieron el petróleo, el gas y el carbón; en ambos casos, unos flujos de capital de 1,1 billones de dólares. Pero, además, porque en tiempos de alteraciones sísmicas en el orden mundial, se está librando un pulso competitivo en el que EE. UU. ha puesto en liza nada menos que 450.000 millones de dólares para espolear su liderazgo energético verde.
Esta maniobra, con la que la Casa Blanca trata de remodelar su política industrial, ha estimulado la ambición financiera del Green Deal Industrial europeo, que busca no perder el paso innovador y tecnológico estadounidense, dentro de un reto energético donde el hidrógeno está destinado a propulsar -avisa la consultora McKinsey- “los vehículos de nueva generación y sus servicios de movilidad y de electrificación”. Así como a alimentar las redes de calefacción, dado que ya es “el tercer elemento, tras la solar y la eólica, en los itinerarios corporativos de sostenibilidad”, y con claros visos de dejar de ser la tercera en discordia.
Las estimaciones de esta firma pronostican que la economía del hidrógeno podría crear 140.000 millones de ingresos anuales, generar 700.000 empleos en 2030 o alcanzar el 14% de la demanda energética de EE. UU. en 2050, además de propiciar substanciales ahorros de costes, avisan en el banco de inversión Lazard, hasta rivalizar, al final de la década, con esta ventaja competitiva que identifica a su variante gris, con un coste productivo de apenas un dólar por kilogramo.
En este contexto, no resulta sorprendente la larga lista de países que han anunciado estrategias de hidrógeno. Europa propone en su REPowerEU alcanzar una producción de 10 millones de toneladas de origen renovable y otra cantidad similar de importación para su mercado interior en 2030 y que el Nord Stream 2, el gasoducto que comunica Rusia y Europa que nunca llegó a inaugurarse por la guerra de Ucrania, abastezca de hidrógeno al corazón de Europa, Canadá, que abastezca el 27% de su necesidad energética primaria; y Japón que supere al gas natural en su mix energético.
Mientras, Alemania ya sustituye su producción de gris y azul por verde; Corea del Sur se propone exportarlo masivamente a Europa desde 2025; China cambiar su liderazgo actual, basado en su extracción a partir del carbón y convertirse en referente en los mercados asiáticos esta década, en dura competencia con Australia y su hub empresarial de hidrógeno; y Chile obtener el estatus de productor más barato en 2030.
En la península arábiga, con enormes balsas de oro negro y gas, la fiebre por las renovables ha invadido sus agendas energéticas nacionales, cargadas de metas para 2030. Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Arabia Saudí, Omán o Qatar han inundado sus territorios con infraestructuras renovables y, muy específicamente, con proyectos de hidrógeno, ante las perspectivas de caídas en sus costes y de disputa al gas natural licuado como fuente de reemplazo de los hidrocarburos.
La lectura del golfo Pérsico está sirviendo de acicate a España, que parece haber situado en una misma longitud de onda a autoridades políticas, empresas y patronales en torno a los recursos de sostenibilidad y digitalización Next Generation EU -con entregas masivas hasta 2030- y cuya transición energética y sus dotaciones europeas han sido ensalzadas por la Asociación Española de Hidrógeno (AeH2).
En este armazón, Andalucía se erige como la auténtica columna vertebral. Por su condición de enlace geoestratégico entre Europa y África y entre el Atlántico y el Mediterráneo. Del espacio andaluz parte el primer corredor de hidrógeno, que une los puertos de Algeciras y de Róterdam, que tiene previsto transportarlo en 2027 con el sello de Cepsa, y que impulsará en esta región durante esta década proyectos de hidrógeno verde con un valor de 5000 millones de euros. El objetivo es construir el mayor hub (el Valle Andaluz del Hidrógeno Verde) de esta fuente energética en la UE, con una capacidad de producción de 300.000 toneladas al año que, además de contribuir a la descarbonización de la industria, también servirán para producir biocombustibles para el transporte pesado terrestre, aéreo y marítimo.
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