Martes, 29 de agosto de 2023
Durante décadas, cuando se trataba de imaginar cómo serían las ciudades del futuro, lo más común era toparse con escenarios distópicos, del estilo de ese Los Ángeles sumergido en humo de Blade Runner. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, cada vez son más comunes las visiones donde abundan los espacios verdes, los niños jugando y las personas desplazándose en bicicletas y patinetes. Un ideal bautizado con distintos nombres: Ciudad de los 15 minutos, Ciudad sobre dos ruedas... Pero todas se basan en la concepción de una urbe circular y sostenible, que logra conjugar las ventajas del nivel de servicios y el brío de las ciudades, con la pausa y el estilo de vida saludable propio de los entornos rurales.
Derrotar a la contaminación es una premisa irrenunciable en todas esas visiones. Y es que retirar los vehículos de combustión de las calles y las arterias urbanas es una de las obsesiones de los actuales planificadores urbanos. Por ello, las Zonas de Bajas Emisiones (ZBN) ya son una realidad que está arrojando interesantes resultados en lugares como Londres. En España, la Ley de Cambio Climático obliga a los ayuntamientos de más de 50.000 habitantes a contar con estas zonas de exclusión desde 2023. Junto al transporte urbano, los vehículos eléctricos y las soluciones de micromovilidad, estas ZBN son una de las principales herramientas de las que disponen las ciudades para detener la escalada de emisiones contaminantes.
Las bicicletas como abanderadas
La bicicleta se ha convertido en un poderoso símbolo de esa nueva metrópoli verde que intenta abrirse paso. ¿Las ventajas de estos vehículos? No contaminan, son baratos, no provocan atascos y mejoran el estado de salud de sus usuarios por el ejercicio físico que requieren.
En poco tiempo hemos visto cómo los carriles bici han dejado de ser la extravagancia de un puñado de ciudades como Ámsterdam, Berlín o Copenhague para empezar a rediseñar el trazado urbano de las grandes urbes de toda Europa. De hecho, los usuarios de este modo de transporte no dejan de crecer. Según el Barómetro de la Bicicleta 2022, en España el 32,5 % de las personas de entre 14 y 70 años (cerca de 11 millones de ciudadanos) utiliza la bicicleta semanalmente (sin contar los que solo la usan los fines de semana).
La bicicleta eléctrica, además, es una opción válida para aquellas ciudades, como Madrid, cuyos desniveles la hacen especialmente complicada para la tradicional, mientras mantiene las ventajas de los desplazamientos sostenibles.
Una ciudad a tiro de piedra
La micromovilidad está muy unida a un concepto nacido en París de la mano de Carlos Moreno, profesor de la Universidad de París IAE-Panteón Sorbona y asesor del Ayuntamiento: la Ciudad de los 15 minutos. La principal premisa de este concepto de ciudad es que los habitantes puedan realizar todas las actividades laborales, de ocio y relacionadas con los cuidados en un perímetro máximo de 15 minutos a pie o en bicicleta. Es decir, colegios, hospitales, supermercados, centros culturales, parques, oficinas de la administración o espacios de trabajo deberían estar a un tiro de piedra para todos los ciudadanos y en todos los barrios. Este planteamiento busca la multifuncionalidad de los distritos –en oposición a la gentrificación– para devolver a las calles el concepto de comunidad.
Pero, además de abrir las puertas de los barrios a todos los ciudadanos, este planteamiento persigue una drástica reducción de las emisiones, ya que el uso de los coches quedaría restringido a zonas o momentos muy concretos. Un ejemplo de este nuevo urbanismo lo encontramos en la ciudad de Barcelona, donde las Superillas (grupos de manzanas liberadas de coches en su interior) restringen el tráfico a las arterias principales y recuperan las calles para el peatón y la micromovilidad.
Los ejemplos son cada vez más numerosos y brotan en todos los rincones del mundo adaptándose siempre a la realidad local. Por ejemplo, en Suecia están probando las Ciudades de 1 minuto o Street Moves, un concepto que busca que cada calle se convierta en un espacio flexible donde los ciudadanos decidan sus funciones. O en Bogotá, donde el proyecto Barrios Vitales busca recuperar los encuentros entre vecinos desplazando el tráfico rodado de los centros urbanos. Melbourne, Portland, Shanghai… son solo algunos ejemplos más.
Problemas sobre dos ruedas
Si bien todos estos planteamientos son teóricamente plausibles, a la hora de llevarlos a la práctica sus impulsores todavía están chocando con notables dificultades, retos para los que, en muchas ocasiones, la solución aún se antoja lejana.
Una de esas barreras radica en el complejo encaje de esos miles de ciclistas y patinadores que se han incorporado como surgidos de la nada al ya de por sí congestionado tráfico urbano. Y es que su interacción con los vehículos tradicionales –a los que en teoría vienen a reemplazar, pero con los que todavía deben convivir– no está siendo todo lo fluida que sería de desear. Así lo ponen de manifiesto las cifras de siniestralidad de este tipo de medios de transporte. Solo en el espacio urbano de Madrid, los accidentes que implicaron a ciclistas se incrementaron en un 270% en la década comprendida entre los años 2010 y 2020, según datos del Ayuntamiento de Madrid.
Tampoco los patinetes están libres de peligro. Según un estudio de Hellosafe, aunque en 2022 los accidentes relacionados con los patinetes eléctricos se redujeron en un 22% respecto al año anterior, en España se registraron 299 (uno cada 27 horas) siniestros que dejaron un trágico saldo de 12 fallecidos. La vulnerabilidad de este tipo de vehículos o una aplicación laxa de las normas de circulación por parte de sus usuarios (no es necesario ninguna licencia ni acreditación para conducirlos), podrían explicar los atropellos, choques y caídas que implican a patinetes eléctricos.
Tanto es así que en París, cuna de la Ciudad de los 15 minutos y una de las ciudades europeas que apuesta por la movilidad sostenible con mayor empeño, sus ciudadanos decidieron esta primavera a través de un referéndum vetar la circulación de patinetes eléctricos de alquiler por sus calles. Una medida que ya adoptó en nuestro país Valencia hace unos años por los problemas que ocasionaba el estacionamiento descontrolado que los usuarios hacían de estos vehículos, cuando llegaban a su destino.
Con unas perspectivas demográficas que anticipan que el 70% de la población mundial vivirá en grandes ciudades en 2050, es imprescindible que se encuentren fórmulas para acomodar y dar servicio a esa gran cantidad de personas sin que su calidad de vida se vea dramáticamente afectada. Y la micromovilidad o Ciudad de los 15 minutos parecen planteamientos bien encaminados hacia ese objetivo.
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