Jueves, 28 de noviembre de 2024
La gran mayoría de nosotros identificamos el amoniaco como un producto de limpieza, pero sus aplicaciones van mucho más allá. Este gas incoloro con un característico y fortísimo olor (NH3) se produce de forma natural mediante la descomposición de la materia orgánica. Sin embargo, para obtenerlo a gran escala se realiza el proceso Haber-Bosch que consiste en la reacción de nitrógeno e hidrógeno en su forma gaseosa.
Es uno de los productos químicos más elaborados a nivel mundial, con una media anual de 185 millones de toneladas, según estiman desde la Asociación Española de Amoniaco Renovable (AEAR). Y es que sus aplicaciones son muchas y variadas. En casa, el amoniaco líquido, gracias a sus propiedades desengrasantes y quitamanchas, es un aliado perfecto para limpiar los baños, la encimera de la cocina e, incluso, manchas difíciles en ropa y alfombras. También sirve para eliminar el barniz de la madera y desde el siglo XIX se usa en agricultura para elaborar fertilizantes. Entre sus aplicaciones más curiosas destacan que evita la corrosión de las calderas, al elevar PH del agua, o que actúa como gas refrigerante en los aires acondicionados. La industria de la celulosa y el papel, la de tratamiento de aguas residuales, las de pinturas o plásticos son otros de los sectores que lo utilizan en sus procesos.
Clave en el transporte marítimo
Todas estas aplicaciones suelen contar con amoniaco gris, llamado así al obtenerse de un proceso industrial que utiliza hidrógeno procedente de la combustión de gas natural. En los últimos años, sin embargo, ha aparecido una variante más sostenible que recibe el adjetivo verde. La principal diferencia, nos explican desde Moeve, es que “el verde lo obtenemos a través de un proceso llamado electrólisis, en el cual, utilizando electricidad proveniente de fuentes renovables, como la solar o la eólica, se rompen las moléculas de agua para obtener esas moléculas de hidrógeno. De este modo, su producción, combinando hidrógeno verde y nitrógeno de la atmósfera, es neutra en carbono”. Es, por tanto, un derivado del hidrógeno verde.
Y es que allí donde no llega la electrificación, como por ejemplo en la aviación, el sector marítimo o algunos procesos industriales que utilizan altas temperaturas, los biocombustibles de segunda generación, el hidrógeno verde y sus derivados se convierten en los grandes protagonistas de la transición energética y los ambiciosos objetivos marcados por la Unión Europa para reducir emisiones y ser independientes a nivel energético.
En el caso del transporte marítimo, a día de hoy el 90% del comercio global continúa realizándose por mar, y aunque no es el sector que más contamina, es responsable de un 3% de las emisiones de dióxido de carbono totales. En Europa, este porcentaje aumenta hasta el 13,5%, una cifra que la regulación europea quiere reducir en un 80% para 2050.
“En los próximos años se espera que las navieras vayan trasladando el uso de combustibles tradicionales a otras alternativas, como el amoniaco verde, que permitirán reducir las emisiones de CO2 para alcanzar los objetivos que establece la UE”, afirman desde la compañía energética.
Además de su uso como combustible, otra de las ventajas de este gas renovable es que puede utilizarse como portador de hidrógeno verde para su transporte en barco. “Es más fácil y sostenible transportar amoniaco que hidrógeno, ya que puede llevarse a mayor temperatura. Después de su traslado, el amoniaco puede volver a convertirse en hidrógeno para su uso como tal o para su distribución mediante el proceso de craqueo de la molécula”, añaden.
Proyectos para una España referente en producción de moléculas verdes
La AEAR estima que, gracias a estos nuevos usos de la versión más sostenible del amoniaco, la demanda global podría alcanzar los 600 millones de toneladas en 2050. Conscientes de su potencial, la Comisión Europea ha creado un proyecto ad hoc para fomentar la producción de hidrógeno verde y sus variantes, el IPCEI (Proyecto Importante de Interés Común Europeo) Hy2Use, donde España tiene un peso importante.
En julio, el Ejecutivo asignó 794 millones de euros a diferentes proyectos y tecnologías, con el objetivo de “sustituir la energía fósil y eliminar la emisión de CO2 de la industria, el transporte pesado y otros sectores de difícil descarbonización”. Con esta inversión, el Gobierno quiere “sumar una potencia adicional de electrólisis de 652 MW alimentada con energía solar, eólica e hidráulica, y movilizar inversiones superiores a los 6.000 millones a lo largo de su vida útil”.
El eje central de esta apuesta son los cinco valles o clústers repartidos por Andalucía, Aragón, Asturias, Castilla-La Mancha, País Vasco y la Región de Murcia, en los que se levantarán electrolizadores de alta capacidad, de 100 MW o más, en entornos de gran actividad industrial, tales como puertos y otros complejos industriales.
En el caso, por ejemplo, del Valle Andaluz del Hidrógeno Verde, en el marco de su estrategia Positive Motion, Moeve ha proyectado la construcción de 2GW de electrólisis para la producción de hidrógeno verde y sus derivados, amoniaco verde y metanol. Con ellos, según reconocen desde la compañía, se espera producir hasta 300.000 toneladas de hidrógeno verde anuales en la región.
Asimismo, Moeve ha firmado varios acuerdos con distintas empresas europeas para impulsar el corredor de hidrógeno verde Algeciras-Rotterdam. Desde febrero de 2023 colaboran con el consorcio ACE Terminal (formado por Gasunie, HES International y Vopak), cuyo propósito es suministrar amoniaco verde a la terminal de importación prevista en el Puerto de Róterdam, ya sea para uso industrial o como combustible para el sector marítimo y otras industrias del noroeste de Europa.
Por otra parte, la multinacional noruega, Yara Clean Ammonia, suministrará a Moeve amoniaco verde y gracias al acuerdo con Evos, la compañía energética podrá almacenar metanol y amoniaco verde en las instalaciones que la empresa holandesa tiene en los dos puertos estratégicos de Algeciras y Róterdam.
“Queda patente que para avanzar en transición energética y cumplir los objetivos de descarbonización es necesaria una combinación de tecnologías que permitan adaptarse a las características específicas de cada sector. De ahí que las políticas energéticas de la UE aboguen por la electrificación de la economía y por un papel cada vez más importante de las moléculas verdes en este proceso transformador”, concluyen desde Moeve.
¿Te ha parecido interesante?