Viernes, 17 de junio de 2022
La globalización alcanzó al turismo a finales del siglo XX, la democratización de los viajes, unido a la aparición de nuevas compañías y nuevas formas de viajar, permitieron a muchas personas desplazarse de un país a otro para conocer diferentes lugares y culturas. En 2019, según cifras de la Organización Mundial del Turismo (OMT) se alcanzaron 1.500 millones de llegadas de turistas internacionales en todo el mundo, lo que económicamente se tradujo en una aportación de 1,7 billones de dólares. Los analistas de la OMT habían situado el crecimiento del turismo para 2020 en torno al 3-4% respecto al año anterior; pero la pandemia frenó la tendencia ascendente.
Las restricciones de desplazamiento, las medidas sanitarias y los confinamientos en todo el mundo nos concedieron el tiempo suficiente para repensar el mundo que estábamos diseñando, incluido, el concepto de turismo sostenible, definido por los expertos como aquella forma de hacer turismo que es respetuosa con el medioambiente y con las comunidades locales.
Con el propósito de inspirar a las administraciones públicas y a las empresas en el reto de lograr una recuperación responsable, la Organización Mundial del Turismo (OMT) ha desarrollado una serie de principios bajo la estrategia ‘One Planet Vision’, que tal y como explica el director de Sustainable Development of Tourism de la organización, Dirk Glaesser, cuenta con seis ejes fundamentales: salud pública, inclusión social, conservación de la biodiversidad, acción climática, economía circular y gobernanza y finanzas. Con ellos “se debe avanzar hacia la recuperación del turismo” que, para Glaesser se podrá considerar completa a partir de 2024.
A pesar de los buenos resultados de los últimos meses, el camino “aún es frágil y desigual”, señala. En la actualidad, las cifras internacionales todavía están hasta un 70% por debajo de los registros anteriores a la aparición de la covid-19, siendo el turismo doméstico, las actividades al aire libre o los productos de naturaleza algunas de las tendencias al alza que determinan un nuevo perfil de turista.
Equilibrio entre ocio y sostenibilidad
En la iniciativa público-privada, los principales actores del turismo sostenible tienen claro que el objetivo es promover un desarrollo equilibrado para que la sociedad pueda disfrutar de la diversidad de nuestro planeta, al mismo tiempo que ayuda a la conservación de la biodiversidad, al bienestar social y a la seguridad económica de los países que se visita.
Por eso, esta forma de turismo debe observarse, según sus defensores, desde un prisma más amplio alineado con los ejes de la estrategia ‘One Planet Vision’. En diciembre de 2019, durante la cumbre mundial del clima COP25, se había previsto que el sector generase unas emisiones de CO2 superiores al 25% para 2030, lejos del compromiso adquirido en el Acuerdo de París —en vigor desde 2016—, donde se exigió a los países que redujeran las emisiones en torno al 7% al año durante la próxima década.
Este propósito se alcanzó en 2020, derivado de la parálisis mundial obligada por la pandemia, y los expertos consideran oportuno mantener los esfuerzos en descarbonización, eficiencia en el uso de los recursos e inversión en tecnología para mantener el buen rumbo.
Sin movilidad no hay turismo, ¿qué opciones hay?
El transporte aéreo sigue siendo una de las formas más populares para viajar, todavía por detrás de las cifras de 2019 (39 millones de vuelos), pero mostrando signos de recuperación que para la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) hablan de la “fortaleza del sector”.
De esta forma, aunque las emisiones de este medio de transporte siguen estando muy por debajo de otros sistemas, IATA acordó en su 77 asamblea general que las aerolíneas de todo el mundo alcanzaran el nivel cero de emisiones para el año 2050, es decir, se comprometen a eliminar en las próximas tres décadas unas 21 gigatoneladas de emisiones de CO2.
La asociación afirma que “la clave para los viajes aéreos sostenibles es aumentar la cantidad de combustible de aviación sostenible (denominado SAF por sus siglas en inglés)”, para lo cual estima que el sector debe emplear “alrededor de 450.000 millones de litros de SAF” para esa fecha. Este aumento “necesario” debe hacerse con el trabajo conjunto entre empresas y gobiernos; ya que sin esas sinergias, según su criterio, se hará más complicado poner en práctica “una nueva tecnología radical que también requerirá un esfuerzo masivo de toda la industria”.
En esta línea, algunas compañías aplican ya la solución de biocombustibles de origen renovable y de alto valor energético, que en su mayoría se producen a partir biomasa, impulsando la economía circular al favorecer la reutilización de recursos, alargando su ciclo de vida. Además, “los biocombustibles tienen una naturaleza química similar a los hidrocarburos fósiles, lo que permite reducir las emisiones de gases de efecto invernadero sin alterar el funcionamiento de los motores”, afirma Javier Casado, responsable de Desarrollo de Negocios e Inteligencia de Mercado en Bioenergía de Cepsa. De acuerdo con las estimaciones de la IATA, este tipo de combustibles podrían llegar a reducir las emisiones de la aviación hasta en un 80% respecto al queroseno convencional.
En este ámbito destacan casos como el de Iberia, Binter, Air Nostrum o Vueling, que han cerrado una alianza con Cepsa para el suministro de combustibles sostenibles; además de favorecer alternativas energéticas en aeronaves y vehículos de servicio en los aeropuertos, como pueden ser el hidrógeno renovable y la electricidad. La energética, que a día de hoy representa el 35% del mercado de suministro energético para el sector aéreo en España, trabaja para convertirse en un proveedor de referencia de combustible sostenible para la aviación, con una producción anual que alcanzará las 800.000 toneladas en 2030.
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