Martes, 10 de septiembre de 2024
Si pensamos en energías renovables, rápidamente vienen a la cabeza los grandes molinos blancos o las placas solares. Muchos no saben que este tipo de energía puede obtenerse a partir de un hábito cotidiano ampliamente extendido: ir al gimnasio.
El gimnasio ecológico es una iniciativa que empezó a desarrollarse en el año 2007, cuando Adam Boesel, fundador de The Green Microgym, instaló una rueda de patín en un generador de corriente y la fijó a una bicicleta de spinning. Su pedaleo generó la suficiente energía como para alimentar un reproductor de DVD en el que vio Una verdad incómoda, el documental de Al Gore sobre el calentamiento global. Se dio cuenta entonces de que hacer deporte y generar electricidad eran dos acciones que podían ir de la mano y, poco tiempo después, creó el primer gimnasio ecológico del mundo. Desde entonces, esta idea no ha dejado de crecer, especialmente en países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido o Países Bajos.
La premisa es sencilla: los aparatos habituales del gimnasio (cintas de correr, bicicletas estáticas…) incorporan en su diseño elementos que convierten el movimiento humano en energía cinética. Los aparatos no gastan energía más que en el encendido, pues en cuanto empiezan a funcionar se autoalimentan, lo que los hace totalmente sostenibles.
Los dispositivos de gimnasia sostenibles pueden venderse directamente con esas características y cada vez más empresas, como Technogym y SportsArt, los ofrecen en su catálogo. Pero la versión casera también es posible: The Green Microgym, la empresa de Boesel, pone a la venta en su web el kit hazlo tú mismo para quienes quieran probar este tipo de ejercicio en casa y utilizar la energía para cargar pequeños electrodomésticos.
Según los datos de SportsArt, una hora de entrenamiento en una bicicleta estática o cinta de correr ecológica puede traducirse hasta en 220 vatios. Para que nos hagamos una idea del impacto de esta fuente de energía, entre 5 y 15 vatios es lo que se necesita para cargar un smartphone, y 25 vatios para cargar un ordenador portátil.
La energía cinética producida por el movimiento en la bicicleta o la cinta se transforma en electricidad a través de un generador. Esta se emplea como impulso para el dispositivo desde el primer momento, lo que hace posible el autoabastecimiento. Si se produce más electricidad de la que necesita la máquina, la energía sobrante sirve para alimentar otros aparatos, e incluso para la luz y la climatización del gimnasio, por lo que se trata de un proceso que reduce considerablemente la huella de carbono tanto de los dispositivos como del edificio.
Si una única cinta de correr o bicicleta puede abastecerse a sí misma y proporcionar energía para cargar el móvil, ¿hasta dónde podría llegar un gimnasio entero, donde hay decenas de cintas de correr y otros aparatos funcionando durante horas? La producción de energía renovabley la compensación de emisiones para el edificio que alberga el gimnasio es significativa a corto, mediano y largo plazo.
Además, hay un componente motivacional para los usuarios del gimnasio ecológico: ver el resultado del ejercicio transformado en algo útil como la electricidad anima al cliente a seguir trabajando por su salud física y mental y también a poner su grano de arena por la acción climática.
En España, esta práctica se ha ido introduciendo poco a poco y ya es una realidad en gimnasios como el de la localidad valenciana Quart de Poblet. Este establecimiento ofrece como extra de motivación una reducción de cuotas en el abono al gimnasio en función de la energía que cada persona genere en sus actividades. La actividad se complementa con una aplicación para iPhone y Android que registra la energía producida y cómo esta ayuda al medio ambiente. Pero el gimnasio ecológico de Quart de Poblet será, sin duda, el primero de muchos. Hacer las cosas mejor es posible y, poco a poco, conseguiremos que nuestra rutina no solo no perjudique al entorno, sino que además contribuya a su protección.
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