Martes, 3 de septiembre de 2024
La energía continúa siendo para Europa un riesgo geoestratégico de la máxima prioridad en un periodo de cambios bruscos en el orden mundial, trufado de conflictos bélicos y dificultades en el suministro energético del continente.
Aún perduran los daños colaterales, como una persistente y tenaz inflación, desconocida en cuatro décadas, o los tipos de interés más elevados desde el nacimiento del euro para frenar la espiral de precios. Pero la estrategia europea de subvencionar la energía a empresas y hogares mientras llenaba sus stocks de gas y sufragaba con recursos y avales estatales las amenazas de quiebra de sus compañías ha surtido el efecto deseado.
La estrategia: garantizar la seguridad de abastecimiento y consolidar el ritmo de la transición energética
En 2024, la ecuación tiene incógnitas más sencillas de despejar. Ahora se trata de que los planes de emergencia a corto plazo de entonces se conviertan en una estrategia de largo alcance que garantice la seguridad de abastecimiento y consolide el ritmo de la transición energética. Desde 2020, la agenda verde europea ha redoblado sus esfuerzos con las inversiones de los fondos Next Generation y las medidas Fit for 55 para reducir del 55% de las emisiones de CO2 en 2030. La meta intermedia más exigente del planeta para que en 2050 la neutralidad energética sea una realidad en el Viejo Continente. Con encarecimiento de las emisiones de carbono y una rápida adaptación de las reglas europeas a los ordenamientos jurídicos nacionales.
Los efectos prácticos del Pacto Verde europeo han salido a relucir en los últimos tiempos. España, por ejemplo, ha celebrado una jornada completa con energía eólica y solar en exclusiva y las utilities europeas redirigen a buen ritmo sus negocios hacia las energías sostenibles. En un contexto en el que el coste de las energías limpias cae y la industria automovilística se apresta a vender exclusivamente vehículos eléctricos a mediados de la próxima década.
Además, se ha reactivado la inversión en el negocio solar. Fue el otro gran trampolín con el que el mercado interior aseguró sus necesidades energéticas y garantizó sus abastecimientos. SolarPower Europe asegura que se instalaron en 2022 casi 32 Gigavatios de capacidad solar, un 33% más que en el año precedente, y que fue el primer ejercicio en el que la solar y la eólica superaron la generación eléctrica conjunta de gas, carbón y energía nuclear.
En paralelo, han proliferado las granjas solares y los parques eólicos, que han añadido seguridad de suministro y corregido disrupciones productivas en 2024, un ejercicio crucial por el incremento del ritmo competitivo que las políticas de apoyo a las industrias verdes en EE.UU. y China han inculcado en el mercado.
En consecuencia, asegura el director del European Institute de la Universidad de Columbia, Adam Tooze, “los gobiernos, las empresas y las sociedades europeas están acelerando las transiciones energéticas, atendiendo un triple elenco de riesgos: el de suministro; el de otras fuentes de dependencia, y la elevada incertidumbre geopolítica y ecológica”. A su juicio, la UE “ha puesto la velocidad de crucero” en su roadmap verde.
Tomas Marzec-Manser, analista de la firma de investigación de mercados ICIS, considera que la crisis energética europea ha quedado atrás por la buena gestión de las autoridades y los agentes económicos y resalta la fortaleza de un mercado interior.
En ICIS se asegura que Europa “ha creado un ciclo de seguridad de suministro para la próxima década”.
En este contexto se enmarca el Fondo de Innovación de la UE, de 40.000 millones de euros, con el que Bruselas pretende acelerar la descarbonización hasta 2050 y donde el hidrógeno “gana enteros” como fuente renovable indispensable para “asegurar las garantías de abastecimiento y catapultar las tecnologías sostenibles en el sector energético con las que suprimir las huellas de carbono”, dice Marcus Ferdinand, de la consultora noruega Veyt. El hidrógeno —matiza— “será el instrumento que posibilite a la UE alcanzar sus objetivos a finales de esta década”.
Aunque desde la Comisión se decidió reforzar aún más el escudo de seguridad con su Estrategia de Hidrógeno y su modelo de Integración del Sistema de Energía (ESI, según sus siglas en inglés) en el que se califica al hidrógeno y “otros combustibles sintéticos” como factores esenciales para alcanzar la plena descarbonización. Ambas iniciativas recomiendan de forma expresa a los socios comunitarios que potencien las necesidades de capital, la innovación tecnológica y la promoción de medidas que contribuyan a poner en resguardo en el futuro las cadenas de valor de estas fuentes de energía renovables. A lo que hay que sumar el plan REPowerEU de respuesta urgente a la invasión rusa de Ucrania con el que Europa ha avanzado de forma considerable en el objetivo de convertir las moléculas limpias del hidrógeno y los biocombustibles en elemento motrices de la industria verde indispensables para reforzar la seguridad energética europea.
La apuesta por el hidrógeno verde
Europa y EE. UU. han hecho una decidida apuesta por el hidrógeno verde, con subsidios que, a mediados de 2023, ascendían a 280.000 millones de dólares según BNEF, la división de análisis energético de Bloomberg, un aumento del 43% respecto a finales de 2022.
De forma más concreta, Washington tiene perfiladas carteras de inversión de 7.000 millones de dólares para hubs de hidrógeno por todo su territorio, con objeto de elevar su producción y de atender la creciente demanda de sus industrias. Europa, entretanto, se ha propuesto el reto de generar 10 millones de toneladas de hidrógeno verde en 2030 -e importar otra cantidad idéntica y China apoya con hasta 41 millones de dólares de fondos estatales cada iniciativa de hidrógeno.
Para la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en 2050 el hidrógeno debería absorber entre el 15% y el 20% del mix global e impulsar la sostenibilidad de segmentos productivos como el transporte o el metalúrgico.
Cepsa ya situó en 2023 esta fuente renovable como uno de los pilares de su estrategia corporativa Positive Motion con la inauguración del Valle Andaluz del Hidrógeno Verde, el más ambicioso de España y Europa porque contempla el lanzamiento del primer corredor marítimo continental, que unirá, de norte a sur, los puertos de Algeciras y Róterdam y con el que se recortarán hasta 6 millones de toneladas de CO2 al año.
Para la compañía, el hidrógeno verde “es un nuevo vector renovable que puede reducir sensiblemente las emisiones de CO2 en el transporte marítimo y la industria”, por lo que invertirá 3.000 millones de euros en el proyecto andaluz, además de otros 2.000 millones a generar energía eólica y solar, y que ayudarán a conseguir en 2030 el objetivo de producción de 300.000 toneladas de hidrógeno verde.
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