Jueves, 9 de mayo de 2024
Cuando el ser humano se topa con una realidad hasta ese momento desconocida, se adapta a las nuevas reglas y después aprovecha lo aprendido para mejorar su día a día. Así, cuando la arquitectura se adecúa a un entorno extremo, aprende a minimizar su impacto y a utilizar los recursos disponibles. Estos mismos criterios se pueden extrapolar y resultar útiles en cualquier lugar del mundo. De esta forma, la humanidad ha conseguido construir en todos los hábitats, y de todos ellos ha extraído aprendizajes. Por ejemplo: ¿cómo aprovechar el escaso calor de las zonas frías? ¿Se puede transformar el viento intenso en un elemento beneficioso? ¿Es posible atrapar la humedad matinal en las áreas más secas del planeta?
Esta idea alcanza su clímax cuando el entorno es el más extremo de todos: el espacio. Y es que, hasta el momento, solo se han desarrollado instalaciones muy concretas fuera de la Tierra, tales como estaciones espaciales, cohetes y trasbordadores o satélites. Sin embargo, la humanidad ya está mirando más allá y existen numerosos proyectos para construir edificios habitables en la Luna o Marte. Esta arquitectura espacial o extraterrestre obliga a pensar en términos de sostenibilidad y autosuficiencia. ¿Por qué? “Porque en el planeta rojo no hay combustibles fósiles, ya que, directamente, no hay fósiles. Por lo tanto, todo lo que se utilice allí, debe ser renovable”. Así lo explica el arquitecto danés Bjarke Ingels en su charla TED An architect's guide to living on Mars.
Como máximo responsable del proyecto Mars Science City, encargado por el Gobierno de los Emiratos Árabes, Ingels tiene claro que “para vivir en el planeta rojo debemos reducir el consumo de recursos y aprovechar los que hay allí, además de utilizar nuestra tecnología para hacerlo realidad”. Y pone un ejemplo muy gráfico: “Hay regolito y agua del hielo. Con arena y piedra podemos fabricar cerámica y hormigón. De la arena se puede extraer aluminio y vidrio para producir energía fotovoltaica y con ella conseguir reacciones químicas con las que extraer metano —como combustible— y óxido de hierro para fabricar acero, además de diferentes tipos de plástico”, precisa el experto. “Por supuesto —enfatiza—, tendríamos que reciclar todo lo fabricado y, en paralelo, deberíamos cultivar plantas para terraformar y conseguir alimentos”.
Sin embargo, es en este punto del análisis donde Ingels se pregunta “¿por qué molestarse en ir a Marte, cuando parece que tenemos demasiados problemas sin solucionar aquí, en nuestro planeta?”. Para evidenciarlo, el arquitecto danés especifica que “de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, un total de ocho están relacionados de alguna manera con las construcciones y su entorno”. Por esta razón, “debemos entender que los mismos principios y pautas que nos permitirían vivir en el planeta rojo, nos convertirán en los mejores custodios de nuestro hogar”.
Más allá de la circularidad y la energía renovable
En términos generales, los expertos en construcción espacial resumen en dos los principios que deben guiar cualquier diseño extraterrestre para alcanzar el máximo grado de sostenibilidad: economía circular aplicada a los recursos y energía renovable para alcanzar la autosuficiencia sin contaminar. Resulta fácil concluir que estos parámetros son igual de válidos para nuestro planeta y así lo cree Melodie Yashar, una arquitecta espacial, tecnóloga e investigadora norteamericana, que también estudia las posibilidades que ofrece el planeta rojo (How to Build for Human Life on Mars).
En su opinión, “diseñar estructuras en el espacio tiene que ver con mitigar los riesgos”. De esta forma, “los entornos que creemos allá afuera deberán ser las estructuras más duraderas y resilientes jamás concebidas. Los futuros hábitats extraterrestres serán edificios autorregulados y automantenidos”. Yashar cree que “estamos a punto de ver una transformación radical de cómo construimos en la Tierra”. Para corroborar su afirmación, parte de una pregunta: “¿Cómo podría afectar esta arquitectura espacial a lo que hacemos aquí?”. Basándose en su experiencia, “diseñar para un entorno extremo es restrictivo y presenta limitaciones, justamente esto es lo que nos brinda la posibilidad de diseñar unas soluciones totalmente nuevas que partan de la verdadera creatividad”, asegura.
Como recuerda la arquitecta estadounidense, “la ONU afirma que hasta el 30% de las emisiones de carbono en todo el mundo procede de la construcción en general, lo que nos obliga a reimaginar y repensar toda esta industria”. Más allá de lo que hagamos en Marte en el futuro, “lo cierto es que el planeta más habitable es en el que vivimos actualmente. No hay que pensar en el espacio como un bote salvavidas para la humanidad, sino que debemos utilizarlo para probar ideas nuevas y desarrollar una edificación inteligente, accesible y sostenible”. De hecho, Yashar cree que todos los experimentos que ya hay en marcha —como Marsha o Mars Ice Home, entre otros— “plantean la solución de problemas que van más allá de la circularidad o la energía, tales como la falta de vivienda para personas sin hogar o cómo construir casas indestructibles ante desastres naturales”.
Precisamente, es este afán humano por superar los obstáculos el verdadero motor que está acercando la arquitectura al (hasta ahora) ideal utópico de construcción,ese en el que no se genere ningún impacto en el entorno… sea este terrestre o no.
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