Jueves, 28 de septiembre de 2023
Quién no ha pasado más de una noche de verano dando vueltas sin parar en la cama por el exceso de calor. Lo que pocos saben es que este fenómeno tiene un nombre y una explicación científica detrás, lo que se conoce como el ‘efecto isla de calor’. Una manifestación que se debe al incremento de la temperatura nocturna de los núcleos urbanos en comparación con la periferia o las zonas rurales cercanas.
“En concreto, los barrios centrales de las urbes tienden a recalentarse mucho durante el día y cuando cae la noche y bajan las temperaturas, el calor acumulado es devuelto de nuevo a la atmósfera produciendo un microclima tórrido que puede llegar a ser perjudicial para la salud”, explica Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Una de las causas de este recalentamiento, según los expertos, se encuentra en los materiales de construcción utilizados en las urbes como el asfalto o el hormigón, con una alta capacidad para absorber el calor durante el día; o la reducción de espacios naturales, que ayudan a generar espacios de sombra y refrescar los barrios gracias a la evaporación de agua. Además, apuntan desde la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, las calles estrechas y los edificios altos, tan habituales en grandes ciudades, reducen el flujo de viento calentando el aire que queda atrapado en ellos. Un efecto que aumenta aún más debido al calor residual de vehículos, fábricas y aires acondicionados.
Es por ello que, como asegura del Campo, “es fundamental aumentar la superficie de árboles en las ciudades y sustituir el asfalto por otros materiales más permeables que consigan atrapar la humedad del agua de lluvia o el rocío de la mañana”.
La nueva arquitectura debe fijarse en la de antaño
En este sentido, el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja del CSIC está trabajando en el diseño de materiales innovadores respetuosos con el medio ambiente y adaptados a fenómenos como las islas de calor. “Las grandes ciudades necesitan renovar sus políticas urbanísticas para que zonas verdes y sombreadas como parques, fuentes o fachadas arbóreas tengan un mayor protagonismo”, afirma Teresa Cuerdo, arquitecta e investigadora en el organismo científico. “La nueva arquitectura debe fijarse en la de antaño e incorporar elementos de colores claros, reflectantes y con mayor albedo, pues son este tipo de materiales de construcción los que previenen el efecto isla de calor”.
Por otro lado, las ciudades también tienen que fomentar la creación de refugios climáticos. Hablamos de espacios públicos como bibliotecas, marquesinas, centros comerciales o incluso iglesias. Edificios que brindan a la población la oportunidad de refrescarse ante las temperaturas centrales del día o las olas de calor. “Las soluciones tienen que estar adaptadas a las características de cada ciudad y de los habitantes que viven en ellas, prestando especial atención a los colectivos más vulnerables”, explica Cuerdo.
Ejemplos de ciudades adaptadas al efecto isla de calor
España, precisamente por ser el segundo país de Europa –justo detrás de Italia– en sufrir más los efectos de las olas de calor, cuenta con ciudades referentes en cuanto a arquitectura sostenible. Un conocido ejemplo es la ciudad de Vitoria, donde la construcción, la innovación y el respeto por el medio ambiente se dan la mano en sus calles. Allí, los edificios de obra nueva y el mobiliario urbano contienen materiales modernos capaces de repeler el recalentamiento solar y el efecto isla de calor. Además, hay multitud de espacios y zonas verdes.
Otros ayuntamientos que están mejorando en este aspecto son Sevilla, con la instalación de parasoles en las calles centrales y la remodelación de sus parques y ríos; Barcelona, con el reconocimiento de 200 espacios municipales como refugios climáticos; o Zaragoza, con la reducción del precio de la entrada de sus piscinas municipales.
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