Viernes, 7 de junio de 2024
La medición del tiempo no es una ciencia contemporánea, tiene siglos de desarrollo. De hecho, el dato más antiguo conservado es de enero de 1805, en el Real Observatorio Astronómico de San Fernando (Cádiz), cuando se midió una precipitación mensual de 125 litros por metro cuadrado. Desde entonces, el Banco Nacional de Datos Climatológicos recoge las series históricas de información española motivados, sobre todo, por su interés para que los barcos navegaran y para ayudar en las faenas del campo.
A mediados del siglo XIX, durante el reinado de Isabel II, se reguló la toma de datos y se abrieron nuevos observatorios. El primer boletín meteorológico diario se publicó el 1 de marzo de 1893, e incluía datos españoles y europeos, así como una predicción del llamado “tiempo probable”.
Por aquella época, científicos españoles y europeos se fijaron en las montañas de Tenerife para registrar las variables del clima en las alturas. De la isla canaria les atraía sus montañas, pero también su situación en medio de rutas marítimas y en una zona subtropical, junto con su pertenencia a un país europeo, lo que facilitaba las infraestructuras y comunicaciones. Así, la sede de Tenerife se convirtió en 1916 en la segunda del llamado Observatorio Central Meteorológico (la primera estaba en el madrileño parque del Retiro).
En aquellos años, se lanzaban cometas y globos de observación con instrumental en su interior. Hoy, las cometas están en desuso, pero no los globos, que han evolucionado tecnológicamente y se combinan con estaciones como las descritas.
Del siglo XVIII a la actualidad
Hoy en día, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) de España se encarga de este trabajo en nuestro país y, para ello, cuenta con una red de más de 3000 estaciones meteorológicas que captan datos básicos, como las temperaturas y las precipitaciones acumuladas en 24 horas, junto a otros que no usamos tanto en el día a día como un registro de los meteoros que recorren la atmósfera. Estos datos se centralizan varias veces cada día y para ello cuentan con la ayuda voluntaria de los ciudadanos.
El jefe del Área de Observación de AEMET, Samuel Buisán, explica a Planet Energy que el catálogo está formado por 91 estaciones principales, 902 automáticas y 2.093 de la llamada red climatológica secundaria. Además de las estaciones más básicas, existen otras más complejas que miden, por ejemplo, el tipo de nubes en el cielo. Entre las localizaciones destacan lugares claves como Murcia o Santa Cruz de Tenerife, las bases antárticas españolas, refugios de montañas y estaciones de esquí o una estación de radiosondeo en el buque Esperanza del Mar. “Los sistemas de predicción se alimentan de observaciones”, recuerda Buisán, por lo que “cuantas más observaciones haya, con mayor frecuencia y mayor calidad, habrá una mejora en los modelos atmosféricos y, por tanto, en la predicción”.
¿Y qué recopila cada estación? Buisán señala que las automáticas registran, en general, datos de viento, temperatura, humedad, precipitaciones y presión, “y un alto porcentaje de ellas horas de sol, temperatura del suelo, visibilidad y tipo de precipitación”; las de radiosondeo, por su parte, toman en altura los datos de temperatura, humedad, viento y presión atmosférica.
Además, la AEMET cuenta con otras estaciones que miden gases contaminantes como dióxido de azufre y monóxido de nitrógeno. Este tipo de registros también son habituales en algunos ayuntamientos como Valencia o Córdoba, entre otros, para alertar a la población del nivel de tóxicos del ambiente.
Más allá de la agricultura y la navegación
Más de 200 años después de que los datos se empezaran a recopilar para ayudar en el mar y la agricultura, surgen nuevos motivos e igual de importantes que los anteriores. Samuel Buisán advierte de las razones en las que quizá no pensamos tanto, como diseñar pólizas de seguros, tomar decisiones en tiempo real (por ejemplo, para gestionar incendios) o controlar los recursos hídricos. Además, la AEMET participa en el intercambio internacional de datos con otros organismos, “a horas concretas y en formatos concretos y disponibles para todos los servicios meteorológicos”.
La AEMET no es la única que recopila datos meteorológicos y los distribuye para la ciudadanía. Hay ayuntamientos que cuentan con estaciones meteorológicas y que incluso, aprovechando los avances tecnológicos, distribuyen la información a la ciudadanía para que hagan su propio uso. Por ejemplo, la red meteorológica municipal del Ayuntamiento de Madrid aporta datos de temperatura, precipitaciones, humedad o radiación solar, entre otros, y están abiertos para todo el mundo y descargables desde 2019.
Además de los datos oficiales, existen redes de aficionados que publican datos propios para el bien común. Uno de estos proyectos es Meteoclimatic, una red de estaciones meteorológicas automáticas gestionadas por no profesionales en España, Portugal, Andorra, el sur de Francia y el norte de África cercana al estrecho de Gibraltar. La información meteorológica construida por redes de estaciones anónimas y sin lucro es el último paso de un interés por los datos del clima que empezó en el siglo XVIII y que sigue hoy para cuidar del planeta en pro de la mejor calidad de vida posible.
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