Martes, 23 de enero de 2024
En los océanos de todo el mundo circulan miles de buques que transportan millones de contenedores marítimos. Según el portal Alphaliner, web especializada en información relativa a este sector, serían cerca de 30 millones de unidades las que estarían desplazándose en cualquier momento del día, aunque algunas estimaciones incrementan esta cifra hasta más de 50 millones. Las razones para que exista un número tan elevado solo son entendibles desde el punto de vista de un mercado internacional en el que las barreras espaciales se han difuminado. De esta forma, en la actualidad, desde compañías multinacionales hasta empresas pequeñas, pasando por los ciudadanos de a pie, la compraventa de productos puede realizarse tanto a la vuelta de la esquina, como en la otra parte del globo a golpe de clic.
La mayoría de las mercancías de este trasiego comercial se apilan en el interior de los denominados contenedores de transporte intermodal, también conocidos como contenedores ISO por cumplir con la normativa 668 de la Organización Internacional de Normalización. El formato fue desarrollado por el empresario estadounidense Malcom McLean tomando como referencia algunos métodos de transporte de la Segunda Guerra Mundial. Concretamente, fue en la década de 1950 cuando McLean revolucionó el comercio mundial gracias a estos depósitos o recipientes que protegen el género de la climatología, pero también facilitan la gestión de piezas pequeñas, dificultan los robos, aportan estabilidad y, además, contribuyen a reducir los tiempos de transporte, entre otras muchas ventajas.
Los contenedores tienen una vida útil de unos diez años, después son destruidos para reciclar sus materiales y convertirlos en chatarra. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha hecho cada vez más evidente la tendencia a aprovechar estos elementos con otras finalidades muy distintas, cumpliendo así con la segunda erre de la economía circular: la reutilización. Con el paso de los años, se han ido popularizando algunos usos tan llamativos como viviendas, oficinas, piscinas, escuelas o, incluso, cultivos. En España existen empresas dedicadas a la recuperación de los contenedores con el fin de darles una segunda oportunidad, prueba de ello son algunos ejemplos llamativos llevados a la práctica. Es el caso de Zona Base, un proyecto que se servirá de 60 contenedores para levantar un moderno edificio de oficinas que albergarán la incubadora de alta tecnología del proyecto Incubazul, en la Zona Franca de Cádiz.
El estudio encargado de materializar esta idea es Carquero Arquitectura y sus responsables apuntan que “la elección de este sistema de construcción está basado directamente con la denominada economía azul, es decir, aquella vinculada a un desarrollo sostenible del mar”, según apunta Carlos Quevedo. “Por esta razón —continúa el experto—, desde el inicio del proyecto se ha implementado la recuperación de contenedores marítimos. Debido a las características de este material, nuestra primera misión es aceptar o rechazar cada una de las piezas tras un análisis minucioso para evitar patologías estructurales importantes”.
El edificio se elevará cuatro plantas y contará con oficinas, coworking, salas de formación, ágora, talleres, salas de reuniones, apartamentos, cafetería y estancias destinadas a la administración. “Todas estas actividades requieren un desarrollo compartido. Por esta razón, la riqueza espacial permitirá la itinerancia de elementos comunes, con el objetivo de crear una red de conexiones”, explica Quevedo. “A la vez, queríamos crear un edificio autosuficiente desde el punto de vista energético. Entendemos el proyecto como una intervención casi de acupuntura urbana por todas las sinergias y la ecología social que puede llegar a provocar en términos de sostenibilidad”, asegura.
Casas en La Palma para los damnificados por el volcán
Una de las compañías que ha llevado la reutilización de contenedores marítimos al siguiente nivel es MyBox Experience, una pequeña empresa gallega que, además de viviendas, ha acometido proyectos tan singulares como una estación de autobuses, estructuras destinadas a la agricultura vertical, estudios de música o espacios itinerantes para diferentes usos. Durante la pandemia, sus contenedores sirvieron para ampliar las aulas de algunos colegios y garantizar así la distancia de seguridad y, más recientemente, han sido utilizados como estructura para construir las piscinas intercontectadas más altas de Europa, situadas en el resort Ohai de Nazaré, Portugal. “Nos adaptamos a cualquier idea que nos pida el cliente”, subraya David González Rey, cofundador de la firma.
Tal es su capacidad de adaptación que, con los contenedores de metal rescatados por David y su equipo, el Gobierno Canario pudo construir en tiempo récord cien casas en La Palma para dar solución a parte de la emergencia generada por la erupción del volcán. “Nos encargaron la construcción con la mayor urgencia posible y, dado que de nuestra fábrica puede llegar a salir una vivienda al día, cumplimos sobradamente con el objetivo. Se trata de casas con dos y tres dormitorios en las que actualmente vive gente de forma muy digna, ya que tienen buenas calidades y cumplen con todas las normativas”, señala.
El siguiente reto que ha recibido MyBox Experience es la construcción de una nave industrial de 15.000 m2 en Orense. “Será la primera obra de estas características en el mundo. El edificio tendrá tres alturas y contará con una cobertura vegetal y paneles solares para hacerlo más eficiente. Además, aprovechará el agua de lluvia y se integrará plenamente en el entorno natural. Es un proyecto muy singular que nos hace mucha ilusión”, indica el cofundador de la firma, para después reconocer que, con este tipo de encargos, “se materializan, más si cabe, nuestros valores. La sostenibilidad forma parte de nuestro ADN y por eso, además de reutilizar los contenedores, siempre intentamos emplear materiales sin impacto medioambiental en todos nuestros diseños”, destaca para concluir.
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