Miércoles, 28 de diciembre de 2022
Las depuradoras naturales de agua residuales son sistemas que usan humedales artificiales, construidos a partir de plantas de zonas pantanosas y, por tanto, acostumbradas a vivir en medios encharcados, para limpiar de forma natural el agua de los núcleos urbanos.
Con este sistema se hace circular el agua residual urbana a través de un lecho (de arenas o gravas) sobre el cual están las plantas, que “van tomando los nutrientes para su crecimiento y promueven los procesos biológicos de eliminación de contaminantes”, explica Miguel Martín Monerris, Profesor Titular del Departamento de Ingeniería Hidráulica y Medio del Instituto Universitario de Ingeniería del Agua y del Medio Ambiente de la Universitat Politècnica de Valencia.
Aunque son las bacterias las que se encargan de descomponer la materia orgánica o de transformar los compuestos inorgánicos, las plantas ayudan mucho a todo este proceso al aportar oxígeno, generar hábitat para estas bacterias y depurar las aguas.
Un sistema para pequeñas poblaciones
Miguel Martín explica que estas depuradoras naturales están indicadas para núcleos de población pequeños porque necesitan mucha superficie donde colocar estos lechos y estas plantas. “Pero son sistemas -detalla- tecnológicamente muy sencillitos que se pueden mantener muy bien con las prácticas agrícolas que habitualmente existen en los municipios rurales”.
Otros posibles destinatarios de estas potabilizadoras son hoteles o campings que no tengan un sistema de saneamiento próximo, que estén un poco aisladas y que puedan funcionar de una manera autónoma con este tipo de tratamientos.
Su departamento, sin embargo, está estudiando el reemplazo de ese lecho tradicional por fangos que provienen de potabilizadoras de mayor escala, presentes en las ciudades. “Son fangos inertes, inorgánicos y no son fangos tóxicos, tienen una capacidad de retención de contaminantes que puede ser muy interesante de estudiar”, explica.
Su equipo está cogiendo este lodo y, tras un tratamiento que lo acaba convirtiendo en gravas, lo coloca en las depuradoras naturales para que, además de realizar las labores de filtrado, eliminen ciertos contaminantes.
“Es muy importante liberar de nutrientes a las aguas y esto no siempre es fácil”, asegura este investigador, que alude a la presencia en las aguas de elementos como el fósforo, pesticidas o medicamentos.
“Son compuestos emergentes contaminantes que antes no eran muy conocidos y que, ahora, vemos que son bastante importantes, como la cafeína o el ibuprofeno. Están muy presentes en las aguas y estas gravas del fango de potabilizadora son capaces de retenerlos”, sentencia.
Es decir, que estas nuevas depuradoras naturales pueden ir un paso más allá y eliminar estos contaminantes emergentes, incluyendo los micro plásticos.
El estudio se está llevando a cabo en dos zonas: Carrícola, un pequeño pueblo de 100 habitantes, y una urbanización también en Valencia de unos mil habitantes.
Lodos con cuatro años de actividad
En el primero se están construyendo dos unidades de 20 metros cuadrados, mientras que en el segundo se va a trabajar con una extensión de 60 metros cuadrados. Este segundo espacio tendrá una vida útil más corta.
En este sentido, el investigador explica que estas gravas procedentes del fango de depuradoras tienen una vida útil que, cuando se agota, dejan de ser capaces de retener estos componentes. Este material ha de ser, por tanto, reemplazado cuando se agota.
En la primera de las instalaciones, se calcula que durará unos cuatro o cinco años. “Cuanto mayor superficie que puedas poner para estas depuradoras naturales, más tiempo te va a durar la grava. Esa es la clave”, detalla.
Una vez completada la vida útil, hay que extraer, con unas palas, estas gravas y sustituirla por una nueva. En una segunda fase de la investigación está contemplado qué hacer con esta grava deshecha y si también se le pueden dar nuevos usos.
Este investigador asegura que este sistema es extrapolable a cualquier otra zona de España, modificando el diseño para darle más o menos tamaño o profundidad, en función del agua a tratar y su composición. “Las características del agua, sobre todo lo que llamamos la dureza a través de su cantidad de carbonatos de magnesio, sí que puede afectar a la estructura del material”, confiesa, añadiendo que las pruebas se están realizando con el agua de Valencia, aguas bastante duras. “El material mantiene su integridad física bastante bien, no se deteriora”, detalla.
Mejora del hábitat
Además de estudiar esta eliminación de otros componentes en las aguas, los investigadores también están analizando el impacto que tienen en el hábitat la instalación de una depuradora natural de estas características.
“El humedal es una charca en donde se introduce un agua que ha sido tratada y que propicia el desarrollo de fitoplancton, zooplancton, vertebrados, ranas, serpientes de agua…”, detalla Miguel Martín.
Por eso, los investigadores de su equipo van a controlar el vertido que se realiza de estas charcas a los barrancos y a los ríos para ver en qué medida esta agua mejora la calidad ambiental de los espacios naturales en donde esta agua al final se vierte. “Nuestro objetivo es no solamente demostrar que a estos fangos de potabilizadora se les puede dar una segunda oportunidad, sino que podemos obtener un agua de una excelente calidad no solamente para regar, sino también para usos ambientales que aún no están muy bien definidos pero que creemos que habría que potenciar más para mejorar la biodiversidad de los ecosistemas acuáticos”, expone.
De hecho, considera que sería muy beneficioso que todas las aguas de las depuradoras, antes de llegar a los ríos, pasaran por estas depuradoras naturales para “mejorar la calidad ambiental biológica de las aguas”.
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