Lunes, 25 de septiembre de 2023
Este 25 de septiembre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) cumplen ocho años. Es decir, desde su aprobación en 2015, ya hemos recorrido la mitad del camino para cumplir con los 17 objetivos globales que pretenden llevarnos hacia un futuro más igualitario, sano, próspero y sostenible. Así, este especial aniversario no solo representa una buena ocasión para celebrar el compromiso global, sino también una oportunidad extraordinaria para reflexionar sobre el progreso logrado hasta la fecha. Durante estos años, hemos sido testigos de avances significativos en áreas clave como la reducción de la pobreza extrema, la igualdad de género y la protección del medio ambiente. Pero, ¿vamos por el buen camino para alcanzar las metas en 2030?
Antes de responder a esta pregunta, cabe explicar qué son exactamente los ODS. Se trata de un conjunto de 17 objetivos interconectados que persiguen responder a los principales desafíos globales de la humanidad, entre los que se incluyen la erradicación de la pobreza, la protección de los océanos o la promoción de la salud y el bienestar entre otros. Fueron adoptados en septiembre de 2015 por los 193 Estados miembro de las Naciones Unidas como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y se basan en la idea de que el desarrollo no debe lograrse a expensas del medio ambiente o de la equidad, sino a través del equilibrio entre el crecimiento económico, la inclusión social y la sostenibilidad ambiental. La premisa es sencilla, pero se trata de un asunto repleto de matices. El pódcast El origen de los ODS, una historia de 17 colores puede ayudar a una comprensión más detallada, ya que profundiza en la génesis de los ODS y explora cómo han influido en la transformación global desde sus inicios hasta hoy.
¿Alcanzaremos los objetivos en 2030?
Desde el año 2000 hasta la actualidad, la proporción de personas que viven en la pobreza está disminuyendo en la mayoría de los países de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (CEPE), pero no lo suficientemente rápido. En un tercio de los países con datos, más del 20% de la población sigue viviendo por debajo del umbral de pobreza económica.
Algo similar ocurre con la educación. Si bien ha sido más lento que en periodos de tiempos similares, entre 2015 y 2021 se ha visto un notable aumento en el porcentaje de alumnos que acabaron la escuela primaria, secundaria y la educación superior en todo el mundo. Asimismo, la tasa de desempleo ha descendido notablemente tras la crisis sanitaria y económica del 2020, pero el desempleo juvenil sigue siendo muy superior al del resto de grupos poblacionales.
En materia de igualdad de género, en las últimas décadas se ha conseguido que haya más niñas escolarizadas y más mujeres en cargos parlamentarios, pero aún hay mucho por hacer: según datos de la ONU, pese a que el 75% de las metas para 2030 avanza por buen camino, el 23% está todavía lejos.
Por otro lado, se ha progresado en la industrialización sostenible. La intensidad de carbono de la producción económica está disminuyendo y el acceso a las tecnologías de la información y la comunicación es cada vez mejor. De este modo, si se mantiene el ritmo actual de progreso y se invierten las tendencias en materia de desarrollo de infraestructuras, se logrará un desarrollo económico sostenible e integrador.
Asimismo, la pandemia de la COVID-19 ha despertado nuevas estrategias de producción responsables centradas en instalar un consumo consciente y en equilibrio con la disponibilidad de recursos naturales. Un claro ejemplo de ello son los proyectos que velan por la correcta administración del agua para garantizar este recurso de forma limpia y potable a todas las personas del planeta.
Pese al avance –más rápido de lo deseable– del cambio climático, otro de los aspectos en los que más ha cambiado el mundo es en materia de energía, se ha registrado que el acceso global a la electricidad pasó del 73 % en 1998 al 90 % en 2020, y es una cifra promete seguir escalando. La producción de energía renovable y su inversión a nivel global, por su parte, se ha disparado en los últimos años. Además, cabe destacar el impulso de países tradicionalmente más reticentes como China o Estados Unidos. También han ganado fuerza, sobre todo después de 2020, los proyectos de combustibles limpios como el hidrógeno verde, los biocombustibles o los e-fuels que tienen el potencial de descarbonizar sectores más complejos como el transporte pesado.
Aunque los avances son claros, realidades como la polarización política o la urgencia climática reclaman ambición y acción coordinada por parte de todos los actores de la comunidad global. Un desafío en el que las empresas, actor especialmente relevante, avanzan cada vez más decididas: según un informe de la Red Española del Pacto Mundial, el 63% de las empresas del IBEX 35, y la mayoría de las grandes empresas no cotizadas, cuentan con una comisión de sostenibilidad dentro del Consejo de Administración y el 100% considera que el trabajo en sostenibilidad y ODS repercute en ventajas competitivas para las compañías.
En conclusión, se han logrado grandes avances en áreas muy diferentes, pero todavía quedan grandes retos en la segunda mitad del camino para llegar con éxito al año 2030. Cumplir con todas y cada una de las metas se antoja un reto casi titánico. Sin embargo, tampoco es este el objetivo principal de los ODS o la Agenda 2030, sino conducir –en la medida de lo posible– a todos los actores sociales del planeta hacia el camino de un futuro más amable, próspero, justo y equilibrado.
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