Martes, 5 de septiembre de 2023
La estrategia de movilidad sostenible de la Unión Europea exige minimizar las emisiones de CO2 (y otros gases de efecto invernadero) hasta alcanzar una reducción del 55% en 2030 y la neutralidad climática en 2050. Para el transporte pesado —especialmente en los sectores marítimo y de aviación, así como en el caso de los camiones—, donde es más difícil lograr una electrificación efectiva, el paquete de medidas, Fit for 55, de la Comisión Europea propone apostar por carburantes más ecológicos y menciona específicamente a los biocombustibles.
Hasta el momento, para producirlos se empleaba materia orgánica procedente de cultivos agrícolas, evitando así recurrir a elementos de origen fósil. Estos son los que se conocen como biocombustibles de primera generación. Sin embargo, las investigaciones en materia de biocombustibles han avanzado considerablemente en los últimos años y ya se producen los de segunda generación, para lo que se utilizan residuos orgánicos, como aceites usados de cocina, desechos agrícolas o ganaderos, o biomasa forestal, entre otros. Con este giro de guion, no solo se obtienen carburantes sostenibles, sino que además se contribuye a la denominada economía circular.
La clave en la utilización de biocombustibles para descarbonizar el transporte pesado reside en que no requiere ningún tipo de cambio tecnológico en los vehículos que los utilicen, ya que su molécula es prácticamente indistinguible de la de un carburante de origen fósil. Solo una minuciosa prueba con carbono 14 permitiría apreciar los matices, ya que su composición química y sus propiedades son análogas. Esta similitud en la naturaleza química de ambos productos permite la sustitución de un combustible por otro, reduciendo la emisión de CO2 hasta en un 90%, sin necesidad de realizar modificaciones en los motores y sin alterar la infraestructura de distribución.
Debido a estas características, los biocombustibles permitirían una rápida descarbonización de todos los sectores, principalmente de aquellos que por complejidad y plazos son muy difíciles de electrificar, como el transporte pesado por carretera, mar y aire. Se erigen como una firme alternativa al petróleo y el gas y, además, contribuyen a la diversificación de las fuentes energéticas. Este aspecto es importante desde el punto de vista de la autonomía e independencia energética del continente europeo, donde España podría convertirse en uno de los principales productores, con un efecto directo en la creación de empleo e impulso económico.
¿Qué grado de penetración tienen actualmente?
Los biocombustibles llevan años penetrando en los sectores mencionados, aunque en diferente grado. Un ejemplo de ello es el transporte por carretera, donde los coches y los camiones desde hace años utilizan un porcentaje de este tipo de carburantes por ley. Actualmente, existe la obligación de incorporar un 10,5% de biocombustibles, mezclados con gasolina o diésel, cifra que aumentará en los próximos años hasta alcanzar el 12% en 2026.
Para los transportes marítimo, aéreo e, incluso, ferroviario —todavía existen líneas de tren en España sin electrificar y que funcionan con diésel tradicional—, el porcentaje varía. En el caso de los aviones, algunos vuelos ya utilizan combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés) y, de hecho, la mencionada normativa europea exigirá que en 2025 la cantidad de SAF empleada sea como mínimo de un 2%. La cifra se elevará en las próximas décadas hasta alcanzar un mínimo del 70% a mediados de siglo.
La colaboración entre el sector del transporte y el energético es fundamental para alcanzar los objetivos marcados. Un ejemplo lo vemos en el caso de Cepsa, compañía que ha realizado diferentes pruebas en el transporte pesado y, en concreto, ha puesto en marcha iniciativas para impulsar la descarbonización del sector aéreo. Así, desde el pasado mes de julio, comercializa SAF en cuatro de los principales aeropuertos españoles: Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca y Sevilla. Estas infraestructuras congregan a más de 133 millones de pasajeros anuales o, lo que es lo mismo, el 55% del tráfico aéreo. Con esta iniciativa, la firma energética se convierte en la primera en ofrecer biocombustible para aviación de forma regular.
En cuanto al marítimo, los biocombustibles no solo se están empleando ya para el transporte de mercancías, sino también para el de viajeros, con experiencias como las llevadas a cabo en España, donde por primera vez se ha utilizado en ferris.
Pese a que los expertos aseguran que, en estos momentos, la demanda todavía excede a la oferta en todos estos sectores, la producción se irá incrementando y los precios serán más competitivos a medida que el uso de biocombustibles se extienda. Para Javier Antúnez, director de Biocombustibles de Cepsa, el objetivo es “escalar la fabricación hasta alcanzar una capacidad de producción de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles en 2030”. Es decir, en menos de siete años. De este modo, la descarbonización se tornará en realidad paulatinamente.
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