Jueves, 30 de marzo de 2023
En los últimos tiempos ha aparecido un concepto que está en boca de todos; la economía circular. No obstante, ¿sabemos realmente en qué consiste? Este modelo económico y productivo implica reducir al máximo el uso de materias primas, agua y energía en la producción de bienes y servicios, minimizando al mismo tiempo la generación de residuos. A diferencia del modelo lineal —basado en producir, usar y tirar—, este sistema pretende mantener el valor de los recursos en la economía, alargando su vida útil y aprovechándolos como materia prima para elaborar nuevos productos, de manera que se reduzcan la cantidad de residuos con destino a vertedero y el uso de recursos naturales, además de suponer un ahorro económico, favorecer la generación de empleo y potenciar la innovación.
Desde el punto de vista del consumidor, se ha popularizado la conocida como regla de las siete erres, una evolución de las tres tradicionales de la economía circular —reduce, reutiliza y recicla— a la que se añaden cuatro nuevas acciones: rediseñar los productos mediante el ecodiseño; reparar, para alargar la vida útil a los productos estropeados; renovar los productos para que tengan un segundo uso; y recuperar los residuos para que vuelvan a tener valor en el proceso productivo.
La economía circular se puede implementar en todas las fases del proceso productivo. Así, a diferencia de los modelos lineales, en el uso de materias primas se opta por otras de origen residual, que sirven para producir biocombustibles. De esta forma, a partir de aceites de cocina y desechos agrícolas podemos obtener diésel renovable o combustibles sostenibles para la aviación (SAF, por sus siglas en inglés). Son modelos productivos que ya han puesto en marcha distintas compañías para impulsar la descarbonización del transporte. Además, la economía circular aboga por el uso de energías renovables y por minimizar el consumo de recursos naturales. Un ejemplo consiste en aprovechar las aguas residuales para producir moléculas como el hidrógeno verde, una energía limpia que jugará un papel fundamental en la transición energética). Los procesos de producción circulares también tienen una especial incidencia en el reciclado, la optimización de cada fase, el planteamiento de un sistema de distribución y recogida eficiente, y el desarrollo de hábitos de consumo responsable.
Jerarquía de residuos: de reducir el consumo a producir energía
Si, a pesar de todo, se generan residuos, la clave está en aplicar criterios de jerarquía para su correcta gestión. Esta clasificación establece un orden de prioridad para las distintas alternativas que se pueden aplicar en la gestión de residuos, de manera que se minimice el impacto en el planeta.
En primer lugar, y como base del modelo de economía circular, se encuentra el principio de reducir la cantidad de residuos que generamos o, en el caso de que se produzcan, evitar utilizar sustancias nocivas durante el proceso de fabricación. Por otro lado, si estos productos pueden tener una segunda vida, podemos reutilizarlos o repararlos para que cumplan la misma finalidad con la que se elaboraron en un primer momento.
Si nos encontramos frente a residuos que no pueden utilizarse tal y como se fabricaron, entra el juego el reciclaje. De esta manera, se transforman en materias primas que servirán para crear otros productos. Por último, antes de que los residuos terminen en el vertedero, podemos optar por la valorización energética, un proceso que convierte los residuos que no pueden reciclarse como fuentes de energía y sostenibles para uso doméstico o industrial, ya sea eléctrica o en forma de biocombustibles.
A nivel gubernamental, en el caso de España, para afrontar el gran volumen de residuos que todavía se produce en nuestro país (según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2021 generamos cuatro kilos de residuos por habitante), el Consejo de Ministros aprobó la Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular, con el objetivo de “reducir al mínimo los efectos negativos de la generación y gestión de los residuos” y “hacer un uso eficiente de los recursos”. Esta norma, y todas las iniciativas puestas en marcha para abordar la situación, pretenden impulsar la transición hacia un modelo de economía circular que permita reducir las emisiones de carbono y el consumo de energía.
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