Jueves, 14 de noviembre de 2024
“La conversión de las energías renovables en cadenas productivas a escala en Europa requiere la movilización de ingentes cantidades de capital público y privado”. Es una de las lecturas que contiene las más de 400 páginas del informe de Competitividad de Mario Draghi, encargado por Ursula von der Leyen al término de su primer mandato al frente de la Comisión Europea. Pero, desde luego, no la única. La radiografía del anterior presidente del BCE y primer ministro de Italia también defiende provocar el decoupling de las fuentes de energía renovables y fósiles para que los costes de la electricidad se abaraten y sean más atractivos a las empresas en pleno proceso de reindustrialización global y europeo. Aunque para que se produzca este desacoplamiento en el mix eléctrico sea preciso que el mercado genere “relaciones contractuales” de larga duración y fiabilidad garantizada para así limitar el impacto del gas natural en los recibos de la luz.
La visión de Draghi se ampara en datos elocuentes. Según sus estimaciones, Europa necesitaría medio billón de euros entre 2025 y 2040 para descarbonizar sus industrias intensivas de energía - el químico, el siderúrgico, minerales no metálicos y la industria papelera-, a través de una partida específica del fondo de inversiones anual de 800.000 millones -5% del PIB comunitario- que aconseja crear a Bruselas si desea que Europa adquiera suficiente músculo innovador para competir con garantías frente a EE. UU. y China. Esencialmente, porque sus tejidos productivos han logrado agrandar en los últimos tiempos la brecha tecnológica de la UE, debilitando su productividad y poniendo en tela de juicio su reto de convertirse en el primer espacio económico descarbonizado. Incluso -establece la Agenda Verde europea- antes de 2050, para lo cual su Fit55 obliga a que se reduzcan el 55% de las emisiones de CO2 en 2030.
La piedra filosofal del documento enfatiza la necesidad de que los objetivos del Green Deal de la UE se alineen y hagan tándem con los desafíos en innovación, reindustrialización y capacidad de resiliencia de sus agentes económicos; muy en especial, de las empresas.
Así lo justificó en su comparecencia en la Eurocámara para presentar su dictamen: “Tenemos los precios energéticos más elevados y nuestro sector privado está sometido a una electricidad que duplica e, incluso triplica, la factura de competidores como EE. UU. y China”. De igual manera -añadió- “los actuales costes del gas minorista y mayorista cotizan entre tres y cinco veces por encima de los que registra la economía estadounidense”.
Sin embargo, Draghi observa la transición energética como una “oportunidad”. Tan solo necesita “sincronizar todas sus políticas con sus objetivos climáticos y alinearlos con los múltiples planes de descarbonización y los procesos de competitividad que deben instaurarse” de forma que se erijan en trampolines de la capacidad productiva de sus compañías energéticas, catapulten a sus sectores del transporte y las tecnologías limpias e impulsen cadenas intensivas de valor en firmas y fábricas de segmentos productivos donde las emisiones netas cero tengan mayor dificultad de cumplir con las metas”.
La estrategia competitiva para la energía europea
La reducción de la fósil-dependencia del mercado interior resulta vital para la transformación de la productividad y, por ende, de la competitividad, con medidas transversales -más innovación, más absorción de talento, más inversiones, mejores regulaciones financieras y de competencia, así como más gobernanza para reducir las cargas burocráticas y los cuellos de botella productivos- y una serie de recetas sectoriales específicas. Ineludibles si Europa pretende amortiguar sus compras masivas de gas, la volatilidad de los precios energéticos y, en concreto, sus desproporcionados costes del carbón y marginar la influencia de estas dos fuentes en la factura eléctrica.
Los contratos a largo plazo de fuentes renovables -explican en el bufete de abogados londinense Herbert Smith Freehills- “es una solución con amplio recorrido” dado que este tipo de relaciones “están infravaloradas” en el sector, pese a que contribuirían a elevar las garantías de suministro, a evitar cuellos de botella en redes de transporte de energía y potenciaría la capacidad de oferta de las fuentes renovables. En definitiva -admiten sus letrados- la hoja de ruta de Draghi va en la dirección correcta y su recomendación de liberar capital intensivo “aportará competitividad al mercado energético, mejorará su eficiencia y acelerará las emisiones netas cero de CO2”.
La propuesta de Draghi de sincronizar en la misma longitud de onda las políticas sostenibles con los objetivos climáticos y los planes de descarbonización sigue un itinerario preconcebido por el antiguo responsable de la autoridad monetaria europea.
En otro despacho internacional, DLA Piper, califican de “consejos de alto nivel” la sugerencia de Draghi de aminorar la presión fiscal, catapultar la innovación y configurar una auténtica Unión Energética, la mención expresa al hidrógeno como vehículo de descarbonización masivo o la inclusión de la industria como una de las beneficiarias de los contratos PPAs de suministro de fuentes renovables. O los “cambios regulatorios” en busca de mayor eficiencia, integración y centralización de la energía dentro del mercado interior. En un momento idóneo, con cinco años por delante, todo un ciclo legislativo, para tocar todas sus teclas al mismo tiempo con un nuevo colegio de comisarios en el que cobran prioridad la agenda verde y la política de competencia. Porque, como se encargó de enfatizar el propio Draghi la disyuntiva a la que se enfrenta el mercado interior es clara: “o esto [las soluciones del informe] o una lenta agonía [económica].
En Hydrogen Europe, asociación de empresas e inversores que impulsan la producción y el consumo del hidrógeno en la Unión Europea, también se reconoce “el talante transformador” del informe Draghi, el “papel transcendental” que otorga a la tecnología y el protagonismo que confiere el dirigente europeo al hidrógeno en los cambios estructurales a los que se enfrentará Europa el próximo decenio con proyectos como redes de infraestructuras, transporte y bancos de hidrógeno y la “racionalidad” de reclamar una legislación, una movilización de recursos financieros y unas medidas de buen gobierno que logren descarbonizar la economía de la UE.
Moeve ha apostado por esta fuente limpia, al dar impulso al Valle Andaluz del Hidrógeno Verde, el mayor proyecto europeo de generación y producción de estas moléculas sostenibles, además de su corredor marítimo que conectará los puertos marítimos de Algeciras y Roterdam creando la gran arteria norte-sur de este vector energético renovable en Europa, capaz de reducir considerablemente las emisiones de CO2 en el transporte marítimo o la industria, entre otros sectores y de acaparar entre el 15 % y el 20 % del mix energético mundial en 2050.
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