Miércoles, 5 de junio de 2024
Ernest Hemingway escribió en una carta allá por 1950 que decía: “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adónde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue”. Casi 75 años después, la ciudad del Sena se prepara para albergar los Juegos Olímpicos más sostenibles de la historia. Los responsables parisinos han descrito este objetivo como el “mayor desafío” histórico de esta nueva realidad climática.
Entendamos el contexto, despleguemos el plano sobre la mesa. Los Juegos Olímpicos y Paraolímpicos del próximo verano contarán —según el Foro Económico Mundial— con 800 eventos deportivos, 15.000 atletas, 45.000 voluntarios y se servirán 13 millones de comidas. Todo entretejido por la sostenibilidad. Las emisiones serán de 1,75 millones de toneladas de dióxido de carbono. Ediciones anteriores —Tokio 2020, Rio de Janeiro 2016 y Londres 2012— enviaron a la atmósfera una media de 3,5 millones de toneladas. Ayudó que Tokio coincidió con la pandemia y no hubo asistencia de público. Aun así, serán la mitad.
Los organizadores parisinos, recuerda Fernando Valladares, doctor en Ciencias Biológicas y profesor de investigación en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), han establecido de forma general una distribución de las emisiones que se reparte entre transporte de espectadores, oficiales y atletas (34%); construcción (33%) y, otro tanto, en lo que se denomina “operaciones”, o sea, catering, albergues o logística. “Hay buenas intenciones, el propósito está alineado con la mitigación del cambio climático, pero, por otra parte, nos faltan más detalles concretos de lo conseguido con estas medidas”, reflexiona Valladares. Habrá que esperar a su finalización para analizar las cifras exactas.
En principio, París ha diseñado una estrategia inteligente que recoge todo lo que se ha aprendido del cambio climático y de la preservación de la biodiversidad en los últimos años. Ajeno a cierta corriente negacionista, manda la ciencia, los datos y la experiencia contrastada. Uno de los aspectos que, históricamente, más recursos han drenado es levantar la Villa Olímpica y todos sus aledaños. La ciudad carece de ese problema. El 95% de los espacios donde competirán los atletas ya está construido. La organización solo tiene que preocuparse —acorde con la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor’s— de tres infraestructuras. “La Villa Olímpica (1.500 millones de euros), el Centro Acuático en Saint Denis (175 millones) y un polideportivo para albergar el bádminton y la gimnasia (138 millones). Los alojamientos [2.800 apartamentos] de la Villa serán, una vez concluidos los eventos, hogares públicos con los que la Administración ingresará 403 millones de euros”, desgranan.
La mayoría de las competiciones se vivirán en el Estadio de Francia, que fue construido para el Mundial de Fútbol de 1998, y el Centro Acuático utilizará energía solar, materiales reciclados y procedentes de la biomasa. Mientras, la Villa, para los atletas, se proveerá de energía geotérmica y del sol. También será muy distinto cuando el astro se oculte. El verbo “descansar” cambia de materiales. Los deportistas descansarán en colchones creados con redes de pesca recicladas y los somieres son de cartón reforzado. “Este evento llega en el momento oportuno, porque, además, no existe otra opción que la sostenibilidad; dada su difusión internacional podría ser un punto y aparte”, aventura Ana María Sánchez-Ostiz, catedrática de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Puede ser, en términos literarios, “un punto y aparte”.
En lo relativo a la biodiversidad, los tejados de las casas olímpicas tienen aperturas y cierres para proteger y albergar insectos y aves. Conviene detenerse un instante en este cambio de paradigma. “El Gobierno parisino ha obligado a cualquier edificio de menos de ocho pisos construido para los Juegos a estar fabricado completamente de madera”, narra Stephen Freedman, director de investigación de sostenibilidad en Pictet AM. Incluso Francia planea exigir que todos los inmuebles públicos estén erigidos al menos en un 50% con ese milenario material. Es “alta tecnología” diseñada por la naturaleza. “La única materia prima renovable que reduce de forma significativa la dependencia de los recursos fósiles”, describe el economista. Tiene una estructura de fibras: 60% celulosa y el 30% de un polímero orgánico: la lignina. En el mundo de la construcción equivale a las barras de acero y el hormigón. El periódico The Guardian avanza que, a su vez, plantarán 200.000 nuevos árboles en las calles. A lo largo de su vida, uno solo, puede almacenar más de 22 toneladas de dióxido de carbono.
Pero recorriendo con el dedo, o bien utilizando escuadra y cartabón, sobre ese plano, llega el turno de dar un total de 13 millones de comidas. El menú pasa por duplicar la oferta de cartas basadas en vegetales. Además, las dietas vegetarianas (un 60% del total) y otras bajas en carbono estarán, desde luego, entre las opciones más solicitadas. Y del Sena, se utiliza, cada vez más, su agua fría, como sistema de refrigeración en oficinas. El mecanismo —elimina las emisiones de CO2— se basa, detalla Raphaëlle Nayral, secretaria general de Fraîcheur de París, a cargo de este proyecto, de una serie de bombas que distribuye el líquido a través de cañerías a los edificios.
Sin embargo, merece la pena fijarse en una construcción —se inauguró para la Exposición Universal de 1900— donde el acero y el vidrio encajan con la elegancia de un traje de Balenciaga, el Grand Palais (el Gran Palacio), que forma parte del relato sostenible. Albergará algunos eventos de los Juegos y utilizarán ese método de agua fría para regular la temperatura.
Sin duda, uno de esos desafíos históricos será caminar por las calles, usar el metro, el tren o los autobuses. Absorber diez millones de visitantes, bajo una filosofía verde, es algo único. Además de reforzar la afluencia, Île-de-France Mobilités —la firma pública que maneja la red parisina de transportes— prevé, de manera temporal, subir los precios de metro y autobús para incentivar el uso de otros medios alternativos, como es el caso de la bicicleta. Con ello, esperan conseguir 200 millones de euros por la venta de tickets que refuercen, precisamente, esta forma de desplazarse. De todas formas, el transporte público llegará a todos los recintos deportivos.
Tal vez por primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos, París cerrará el círculo. Sin aberturas. La capital gala siempre es una promesa. Está en sus museos, su vida, en las terrazas o en su gente paseando por los bulevares. Tras esas esperanzas, el cambio. “Los consumidores valoran cada vez más los productos que utilizan materias primas ecológicas o sostenibles”, avanzan en la consultora McKinsey. Este verano, junto al Sena, París debería ser una fiesta sostenible que les acompañe, a quienes participen, o la vean, allá donde vayan, el resto de sus vidas.
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