Martes, 19 de septiembre de 2023
Septiembre es el mes de la vuelta al cole. Para las familias españolas, eso implica la vuelta a la normalidad, pero también un elevado gasto. Algunos cálculos, como el del portal financiero Banqmi, indican que este será el retorno escolar más caro de la historia, con un gasto medio de 411 euros por niño. Por su parte, el último análisis del Observatorio Cetelem apunta que los españoles esperan gastarse, de media, unos 265 euros en sus compras, una cifra ligeramente inferior a lo que estaban dispuestos a desembolsar el año pasado. Pero sea cuánto sea, la ropa se llevará una parte importante de esas cantidades.
El 35% de los españoles asegura que la comprará: es el producto con más intención de consumo, solo por detrás del material escolar (42%) y los libros (39%). A eso hay que sumar el 14% extra que reconoce que deberá comprar uniformes. Esta elevada intención de compra es importante para las familias que tendrán que pasar por las tiendas y abrir la cartera, pero también lo es para el planeta.
No hay que olvidar que la industria de la moda es una de las que tiene una mayor huella ambiental y que los formatos más populares de acceso a la moda —y los que funcionan como refugio cuando se necesita comprar muchas cosas para los niños por su precio— como es la 'fast fashion' tienen un elevado coste medioambiental. Según la Fundación Ellen MacArthur, cada segundo se quema o se arroja a un vertedero el equivalente a un camión de basuras repleto de ropa. Los ciclos de la moda se han vuelto cada vez más cortos y el impacto que tiene esa avalancha de producción textil en el medioambiente y en la sociedad de los países productores es muy elevado.
Sin embargo, hacer las cosas de un modo diferente es posible. Se puede afrontar las necesidades de renovar el armario de los escolares para enfrentarse a la vuelta al cole y hacerlo además de un modo mucho más sostenible. Para lograrlo, solo hay que ajustar el proceso y, quizás, aprender de cómo se hacía hace unos años.
En primer lugar, se puede optar por comprar ropa que haya sido producida de forma sostenible, tanto respetando los recursos medioambientales como ofreciendo condiciones de trabajo justas a su plantilla. Buscar marcas de moda sostenible infantil no es, eso sí, tan sencillo. Al otro lado del teléfono, Nadège Seguin, la coordinadora de Fashion Revolution España —un movimiento por una moda más responsable—, explica que «algo hay, pero es muy difícil», ya que «para los pequeños productores resulta muy complicado».
La ropa infantil requiere mucha más variedad de tallaje y, por tanto, de patrones de la que pide la de adultos, lo que obliga a crear un abanico mucho más amplio de piezas que, si no hay una demanda clara, hace muy difícil la supervivencia económica de esas marcas. ¿Seguimos en la ropa para niños y niñas más aferrados al precio de lo que lo estamos en la de adultos? Sí, apunta Seguin, que recuerda, eso sí, que «el coste de la vida con hijos es muy elevado».
Aun así, cambiar el chip es posible. «Siempre, el primer punto es averiguar si este gasto es realmente necesario», apunta Seguin. Esto es, debemos pensar muy bien qué vamos a necesitar y evitar comprar de más. «Ver cuáles son las necesidades prácticas para el curso», sintetiza la experta. Teniendo esa lista en la mano es más fácil ajustar las compras y no añadir prendas innecesarias a esa pila de moda que cada año desperdiciamos, además de reducir el impacto en el propio bolsillo.
Luego, está el recuperar prácticas que hace unas décadas se hacían por defecto. No comprar la ropa justa, sino con margen para poder adaptarla para 'crecer en ella' (ajustándola con un dobladillo mientras queda grande que luego se pueda sacar, por ejemplo) ayuda a darle una vida útil más extendida en el tiempo. Eso implica fijarse un poco más en la calidad de los productos, para que sean prendas lo suficientemente resistentes como para permitirlo.
Heredar la ropa e intercambiarla
Y, por supuesto, también se puede optar por la vía de la economía circular. Ahí está la segunda mano, un mercado que ha crecido enormemente en los últimos años y que ha logrado que se sacudan las percepciones negativas que en el pasado se conectaban con ella. «En la ropa de adultos tenía más estigma», puntualiza Seguin. Se aceptaba más comprar para los más pequeños —quizás por eso de que iba a tener un uso más efímero— de lo que se hacía con la ropa adulta.
En general, las crisis económicas de los últimos años y la mayor conciencia ambiental han logrado que las cosas se vean de manera distinta. Reutilizar nos parece cada vez más eficiente. De hecho, los datos de intención de compra del análisis del Observatorio Cetelem ya apuntan también en esa dirección. Un 28% de los españoles reconoce que optará en esta vuelta el cole por compras de segunda mano y un 50% por reutilizar materiales y productos de otros años. Se habla, en general, de los consumos escolares, pero en ellos también entra la ropa.
En lo de reutilizar —otro pilar de la economía circular— entra también el entregar ropa usada a terceros. Esto es, lo que los niños y niñas de los 80 y los primeros 90 —y sus padres y hermanos antes que ellos— todavía vivían: el heredar la ropa que hermanos, primos y hasta vecinos ya no usaban porque les había quedado pequeña. Fue un comportamiento que desapareció de las prácticas habituales, posiblemente porque las percepciones sociales cambiaron. Como indica Seguin, apareció el estigma. Era un poco la idea, señala, de cómo le ibas a dar a alguien ropa usada porque pensaría que lo estabas tomando por pobre. Nada más lejos, en realidad.
«Normalizando la segunda mano y volviendo al intercambio», concede Seguin, se logra reducir la huella textil de la vuelta al cole. Incluso, hay quienes ven en estos procesos oportunidades para hacer más cosas. Seguin apunta que ya hay colectivos de madres que hacen 'swaps parties' —fiestas de intercambio— en las que pasarse ropa es una ventana para la socialización.
Implicar a los escolares
Igualmente, implicar a quienes van a vestir esas piezas puede ayudar a lograr que su vida útil sea más larga. Seguin recomienda involucrarlos en el propio proceso de compra a partir de los 10 años. «Enseñas a ser más responsable y, si son quienes eligen, se sienten más felices y van a cuidar más su ropa, porque han participado», apunta.
No menos importante es entender también cómo funciona el mercado de la moda infantil, para al menos poder enfrentarse a él. El qué quieren y el por qué está marcado por unas tendencias que a veces escapan a lo que los adultos ven. «Tienen unos deseos diferentes frente a los adultos», indica la experta, porque se mueven por el tirón de productos —por ejemplo, querer el estuche o la camiseta de la última película o serie de moda— y lo hacen en ciclos muy rápidos. Lo que hoy querrán todos ya no será lo que deseen el mes que viene.
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