Jueves, 11 de enero de 2024
Resulta imposible engañar a un espejo. La imagen que te devuelve es la realidad. España tiene un problema de décadas con el paro juvenil (menores de 25 años). La tasa, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), era del 27,8% en el tercer trimestre del año. Rebajarla es un reto de país. Sin embargo, hay oasis, espacios, que la economía va abriendo sobre un cielo no tan sólido, que deja pasar la luz y el optimismo. “El 10% de los empleos que ofrece Linkedin (dentro de su informe Green Skill Report) está relacionados ya con competencias verdes”, revela Ramón Pueyo, Head of Sustainability and Corporate Governance Services en KPMG España.
La transición energética hacia la sostenibilidad es un inmenso refugio frente a la tormenta. Los jóvenes, que son el presente y el futuro, miran el trabajo de otra forma. El informe la Transición Energética e Igualdad de Género: oportunidades para la Juventud Española (elaborado por la Fundación IE y la Fundación Cepsa) revela una nueva generación y una manera distinta de entender el planeta y el trabajo. La COP28 ha mostrado parte de esa juventud dispuesta a cuidar del mundo. Y esta defensa —como evidencia el trabajo de IE y Cepsa— deja unos números tan incontestables que los puede firmar Isaac Newton. Por resumir. “Este cambio supone una oportunidad de transformación, económica y social; un camino para mejorar, por ejemplo, la igualdad de género”. El 72% de los jóvenes tiene un nivel de concienciación alto sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y uno de cada tres valora trabajar en “áreas vinculadas a este espacio y a las nuevas fuentes de energía”. Afinemos esa tasa. El 74% son chicas y un 72% chicos. Y la mitad de los jóvenes quiere tener una participación más activa en el diseño de las políticas climáticas. A cambio, “piden estabilidad económica y unas prácticas remuneradas”, desgrana Andrea González Henry, 23 años, presidenta del Consejo de la Juventud de España. Porque su mensaje es muy potente. “Hemos salido a la calle y hemos puesto de manifiesto que no sabemos en qué planeta vamos vivir”, concluye. Es justo lo que reclaman. Alzan la palabra y la voz.
Esas palabras y esa petición reverberan al igual que un eco y llegan al Reino Unido. El desempleo juvenil se debe —sintetiza Nicholas Barr, profesor de Economía Pública en la prestigiosa London School of Economics and Political Science (LSE)— a dos problemas: la falta de adecuación entre las cualificaciones que poseen los chicos y las que necesitan los empresarios. Y algo más: la carencia de flexibilidad del mercado laboral. “La transición ecológica ofrece la oportunidad de reducir el desempleo, pero los jóvenes deben adquirir esa cualificación y los mercados tienen que responder a los cambios, casi constantes, económicos y técnicos”, recomienda. “Hay que formar constantemente a las plantillas. Tenemos el ejemplo de Cepsa”, observa Isabela del Alcazar, Chief Sustainability Officer de la IE University, quien lleva 15 años formando directivos. “Ha cambiado su modelo de negocio de gas y petróleo a otro de renovables, que exige nuevas competencias, que tienen que tener los trabajadores que forman parte de la empresa y, también, los jóvenes que entran por primera vez”.
Es el tiempo actual. Sin embargo, esas nuevas generaciones pasan la mano sobre la tierra florecida: cuidan su arpa de hierba. “Uno de cada tres jóvenes se plantea trabajar en ámbitos relacionados con el medioambiente y las nuevas tecnologías”, avanza, como hemos visto, el trabajo. Y añade: “Aunque hay que promover oportunidades que generen igualdad de género en el sector energético, pues resulta básico para garantizar una transición, justa y equitativa, hacia una energía más sostenible”. Esto pasa por cambiar un sistema de estudios que es casi el mismo desde hace cinco décadas. Esta es, al menos, parte de la viga maestra de la transición energética. “La sostenibilidad debería ser una formación transversal, que incluya todo el ciclo de formación”, aconseja Isabela del Alcázar.
Es una manera de pensar, una identidad, que cruza los océanos. “La transición creará nuevos puestos de trabajo de tipo técnico y también de construcción, instalación y mantenimiento”, desgrana Mauro Guillén, vicedecano en la Escuela Wharton, de la Universidad de Pensilvania. Y añade: “Conozco a muchos jóvenes universitarios que quieren, incluso, ser emprendedores en este espacio, y bastantes estudian finanzas para saber la forma de levantar sus proyectos verdes”.
Adiós a esas cinco palabras —que tanto daño produjeron en su momento— de que una empresa emergente era un lugar donde “moverse rápido y romper cosas”. Cae al igual que el orvallo una lluvia constante de cambio. La transición energética es el mapa y el territorio perfecto para la igualdad de género. “España atraviesa un momento único, increíble. Esta transformación ayuda a la equidad”. No lo dice cualquiera. Es la voz de Elena Pisonero —antigua presidenta de Hispasat—, la principal empresa nacional de satélites. Una mujer que rompió, en su día, el techo de cristal hacia las estrellas. Una pionera. Se ha escrito mucho sobre la falta de mujeres que sean modelos para otras como uno de los problemas que justifica que no haya más chicas formadas en STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Nuevas tecnologías. Pero algunas ya están aquí. Por ejemplo, Sara García (León, 1989), investigadora del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) y miembro en la reserva de astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). “Mi sueño es viajar [apenas tiene 35 años] al espacio, espero conseguirlo”, sostiene, bajo un pelo liso y pelirrojo, con una interminable sonrisa. De hecho, superó en el proceso de selección a 22.500 candidatos. Sabe que resulta difícil. Europa exige el acuerdo de 27 países. Aguarda su turno para despegar.
El estudio entiende la transición verde al igual que un camino para atraer a más mujeres a los sectores energéticos de mayor crecimiento (por ejemplo, las energías renovables) y, por ende —conviene incidir— resulta esencial cerrar la brecha de género frente a la presencia masculina. “Y esto parte de la escuela donde la sostenibilidad debería ser una formación transversal, que incluya todo el ciclo de formación”, aconseja Isabela del Alcázar.
Tal vez no haya nadie en España tan reputado para redactar esas líneas que el filósofo y escritor José Antonio Marina. Una “institución” hablando sobre las aulas. Primero recurre a la memoria. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que la descarbonización de la economía supondrá la pérdida de cerca de seis millones de empleos, pero los creados se multiplicarán por cuatro, pasando de 11 a 43 millones durante 2030 en aquellos países comprometidos con las energías renovables. Unos 16 millones de trabajadores cambiarán a nuevos puestos relacionados con las energías limpias.
Segundo, traza el esfuerzo que conlleva toda transformación. “Las compañías deben adaptarse a las nuevas energías. Por eso se recomienda a los Estados políticas de apoyo a la transición y al reciclaje de los empleados”, subraya. Y cómo aquel lema: Todo está en los libros: “Tenemos que aprender a cualquier edad y cada vez más rápido ante el avance sin precedentes de la tecnología y, por lo tanto, de la transición energética”. A la vez abre la página por un símil. “A nadie se le preguntó sí quería manejar un ordenador, tuvimos que hacerlo para no quedar fuera del mercado laboral. Por eso resulta importante que las organizaciones aprendan a generar talento a través de las personas que ya forman parte de ella. Y eso va cambiando a lo largo del tiempo y de la vida”, indica. Llega un mundo verde, joven, igualitario y positivo. “El mensaje catastrofista existe. Pero estamos trabajando en encontrar soluciones y crear oportunidades. Hay que defender el relato optimista. Tenemos que esforzarnos, estamos en la generación del cambio y traerá muchas y buenas opciones. Y, desde luego, para los jóvenes”, zanja Mónica Chao, presidenta de WAS (Women Action Sustainability). FIN
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